9/4/24

EVANGELIO MIERCOLES 10-04-2024 SAN JUAN 3, 16-21 II SEMANA DE PASCUA

 





Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.

Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.

En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

                        Es palabra del Señor

REFLEXION

En el Evangelio se nos revela el deseo que hay en el corazón de Dios nuestro Padre: que ninguno de sus hijos se pierda; por eso envió a su Hijo Jesucristo, para que por medio de Él alcanzáramos la vida eterna. Pero tantas veces nos cuesta creer en el poder de Jesús que puede restaurar todo en nosotros, incluso transformar el pecado en causa de Redención.

A veces creemos que Dios es alguien lejano a nosotros, que Él está en lo alto y nosotros somos demasiado poco para ser escuchados por Él. Los cristianos sabemos que esto no es cierto; por medio de Jesucristo, Dios se hace uno de nosotros, más cercano que nunca y nos ofrece su Pan y su Palabra para experimentar un amor que lo purifica todo y nos hace vivir una vida cimentada en la confianza y la esperanza en la Resurrección.

Hoy te pregunto ¿has experimentado en algún momento de tu vida que Dios estaba cerca de ti, sosteniéndote para superar los sufrimientos, los miedos, las incertidumbres? ¿a qué fuente acudes para calmar tu sed? Esa sed de amor incondicional, de alegría imperecedera, esa sed que tantas veces buscamos calmar en charcos poco profundos, sin darnos cuenta que tenemos al alcance un océano inmenso que nunca se acaba.

Rema mar adentro, distingue tu hambre y sed de Jesucristo, y como Él, pídele al Padre que se realice tu voluntad en ti. Porque esa es la verdadera felicidad, cuando dejas que Dios realice sus proyectos en ti. No temas, Él sólo quiere una cosa, que no te pierdas por los caminos pedregosos que sólo conducen a la insatisfacción y al vacío. Mira a Cristo que entregó su vida libremente por ti, por tu salvación, de esta manera tan maravillosa nos ha amado Dios, nos ha liberado, nos ha salvado para que tengamos vida eterna y resucitemos con Él en el último día.

Sor Mihaela María Rodríguez Vera O.P.
Monasterio de Santa Ana de Murcia