En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.
Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.
Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”».
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.
Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.
Entiendo que la parábola pretende desenmascarar a las autoridades políticas y religiosas, al poder en generar. Que siendo su función cuidar y hacer fructificar la viña, a lo que se suelen dedicar casi siempre cuando se corrompen, es a provecharse de su situación privilegiada y utilizar la viña como si fuera de su propiedad, para su propio beneficio, aunque para ello haya que expulsar, apalear o incluso matar a los criados. Dios no desistirá en su intento de generar Vida con mayúsculas, de ahí el traspaso de la viña a otras manos, a mejores administradores. Por una parte, el Reino pasa a manos de paganos y excluidos, que sean capaces de dar frutos acogiendo a toda persona sin distinción y proclamando el amor por encima de la ley y del templo. Y por otra, Jesús “el rechazado” se convertirá en “Piedra angular”. Ya el eje central de esa nueva comunidad no será la autoridad tanto política como religiosa, sino Jesús. Para nosotros hoy, la parábola es una constante invitación, a seguir la llamada de Dios para ir a su viña a recoger los frutos que él espera. De ahí que debamos, como humanos y como cristianos, revisar nuestra preocupación por el mundo y la sociedad. Frente a los viñadores homicidas de hoy, sean del tipo que sean, estamos llamados a creer en el proyecto de Dios, a creer que es su deseo que este mundo sea casa de todos, por lo tanto a creer en la posibilidad y tarea de hacerlo mejor, más vivible. En el momento que estamos viviendo no podemos desentendernos. Dios espera los frutos de la viña de aquellos que nos ha mandado a trabajar en ella (Papa Francisco). |