Uno de los retos de la vida cristiana de todos los tiempos pasa por construir comunidad. ¡No se puede ser cristiano al margen de la Iglesia! La fe se recibe y se hace real en espacios comunitarios diversos. En ellos se alimenta y se refuerza, se celebra y profundiza, se hace vida. En esta sociedad individualista es una tentación vivir aislados y hacer de la experiencia creyente algo que empieza y acaba en uno mismo. “Yo soy creyente, pero no quiero saber nada de la Iglesia”, escuchamos –o decimos- alguna vez… También, ciertamente, hay ámbitos eclesiales que señalan, separan y marginan a otros hermanos, repartiendo títulos de impureza o pecado.
En este sexto domingo del Tiempo Ordinario la liturgia nos presenta la curación de un leproso. Marcos recorre, de una forma muy visual y dinámica, el paso de sentirse aislado e impuro, a dejarse tocar por Jesús, el Compasivo, para convertirse finalmente en testigo que crea comunidad y da testimonio con la propia vida. ¡Es el proceso que estamos llamados a recorrer los seguidores de Jesús!
Este domingo trae una pausa al Tiempo Ordinario y nos empuja a la Cuaresma que comenzará el próximo miércoles. Que sea para los creyentes, como fue el encuentro de Cristo con el leproso, tiempo de crecimiento personal en la fe y de compromiso por implicarnos aún más en la Iglesia de la que recibimos la fe, y con la que queremos seguir contagiándola.