Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.
Es palabra del Señor
REFLEXION
Se nos presenta en el pasaje del evangelio la densidad que tiene que tener la vida del discipulado. La llamada que Jesús hace para su Proyecto del Reino, es concreta, en la que se necesitan las actitudes de autenticidad, ya que hay que enfrentarse a determinadas experiencias a las que no se puede responder con medias tintas. La disponibilidad, la libertad y el ser capaz de estar desprendidos de todo, son la columna vertebral del seguimiento. Todo ello, lleva a seguir profundizando en las pautas necesarias para el seguimiento, como lo son la continua revisión de vida, es decir, cada mañana, se necesita un espíritu de conversión. De reconocimiento de la miseria para trabajarla y de la gracia que se recibe para tener un corazón agradecido.
Estar despiertos para reconocer el paso de Jesús por tu vida, como la apertura suficiente para saber leer la fragilidad de tu vida a la luz de la voz del amor del que te llama a ponerte en camino. La llamada exige coherencia y fidelidad, sin las cuales, no se llegaría muy lejos por los caminos áridos de la rutina, del desánimo, del conflicto, del ser perseguidos, del abandono. El que grita al interior de tú corazón habla de un mandato, que muestra la exigencia del amor desde la clave de dar la propia vida, por ello, se necesita un convencimiento personal para abrazar libremente ese estado de vida. El arte de pesca del que habla Jesús tiene como telón de fondo la compasión, echar las redes, es un arte un tanto arriesgado si no va impregnado de la mirada de ternura con la que mira Jesús a los discípulos cuando pasa por el mar de Galilea y le pide que se dediquen a sus hermanos los hombres necesitados.
Sin el entusiasmo y la alegría que brotan del encuentro interpersonal con Jesús la misión fracasará. Lo vemos después de la pasión, muerte del Maestro, el desanimó se apoderó de los pescadores, que volvieron a la labor de toda la vida. Fue necesario un proceso de tiempo para acomodar cada cosa en su sitio de lo vivido. Y otro encuentro. Esta vez, Cristo se presenta vivo, y les ofrece unos peces. Lo reconocen, vuelven a sentir en sus vidas el fuego del encuentro, el amor primero, y, en adelante, ya no habrá obstáculos para anunciar la Buena Noticia del Reino hasta la entrega de la vida en el martirio.