Este Evangelio nos enseña a pedir al Señor lo que necesitamos, con humildad, sin esconder lo que más nos da vergüenza, nos invita a mostrar lo que somos sin miedo, para que Cristo pueda limpiarnos de todo aquello que nos impide ser verdaderos cristianos. Es una palabra que nos interpela, ¿de qué tienes necesidad hoy? ¿qué le pedirías a Jesús? Quizás necesitas que cure tu orgullo, que limpie tu sed de venganza, que mire con amor el pecado de avaricia que anida en tu corazón, que te conceda la gracia de perdonar a tu hermano, que Él te de su paz para poder vivir con serenidad los conflictos familiares… ¿qué necesitas del Señor hoy? Está bien pedirle al Señor por todas las necesidades, pero hoy Jesús pasa a tu lado y quiere que le muestres tu deseo más profundo.
Vemos que Jesús manda al enfermo de lepra a presentarse ante el sacerdote, primero para que pueda dar testimonio de que ha sido sanado, y también para que sea reinsertado en la sociedad, en la comunidad. Hermanos, la fe se vive en comunidad, en la Iglesia. Esto nos remite al Sacramento de la Penitencia, donde somos perdonados, y podemos volver a unirnos a nuestros hermanos con alegría, dispuestos a caminar juntos hacia la santidad. Si has perdido la comunión con algún hermano, si llevas tiempo alejado de Dios, ¡ánimo! El Señor te espera, está deseando que le muestres tus heridas, tus necesidades, que le dejes limpiarte y sanarte, Él te quiere devolver la vida que has perdido y darte a beber de una fuente que salta hasta la vida eterna. Con estas lecturas de hoy, podemos estar contentos porque el Señor no hace sino mostrarnos un camino de amor para llegar a Él. Ojalá puedas tener el corazón abierto y dispuesto para mostrar al Señor lo que hay en tu corazón, y experimentes la alegría del perdón y la reconciliación, en definitiva la comunión con Dios Padre y con su Iglesia.