En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
Ciertamente, tanto entonces como ahora, “todo el mundo busca a Jesús”, incluso si no lo conoce propiamente, bien porque nadie le haya hablado de Él, bien, porque, incluso habiendo sido educado en un ambiente cristiano, no lo ha experimentado ni en su vida ni en la de quienes le han hablado de Él.
San Marcos nos relata las primeras predicaciones de Jesús en Cafarnaúm y los primeros signos o milagros... que devuelven la salud perdida. Desde una primera esfera familiar, la suegra, a “la población entera”, todos recobran la salud, es decir, son “salvados” del mal en todas sus expresiones corporales y morales. De ahí la referencia a los demonios.
Jesús se nos presenta como una referencia de Vida y en esa misión implica a sus discípulos, aunque estos no terminan de comprenderlo y se dejan llevar por la “fama” del Maestro más que por sus signos de Salvación. Por eso Marcos nos introduce, de la mano de Jesús, en el origen y fundamento de todo: Dios, el Dios que busca en lo escondido, en la oscuridad de la noche, en la soledad que es plenitud de Gracia con esa oración que tantas veces olvidamos y es la que da origen y sentido a la predicación, a los signos.
Jesús precisa de cada uno de nosotros en la Misión de anunciar al mundo que la Salvación ha llegado y, fiados de su Palabra, también a nosotros nos acompañarán signos y serán muchos los que nos buscarán: no ciertamente por nuestras personas sino por Él y quizá así en verdad los cristianos podamos humildemente revelar y no velar la fe en Él.