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EVANGELIO VIERNES 07-07-2023 SAN MATEO 9, 9-13 XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él se levantó y lo siguió.
Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

                                                 Es palabra de Dios

REFLEXION

En muchas ocasiones los cristianos nos encontramos escondidos, resguardados de los innumerables peligros que percibimos en un entorno que es hostil, refractario a las cosas de Dios. Nos encontramos dentro de nuestras propias comunidades, como los discípulos antes de Pentecostés, temerosos de las señales que nos envía el mundo. A pesar de los mensajes inquietantes, intentamos mantenernos a salvo confirmándonos unos a otros en nuestras pequeñas verdades, en nuestras rutinas piadosas, en nuestros pequeños sacrificios.

Somos predicadores, aunque no nos gustan los espacios abiertos que ponen a prueba la audacia de nuestra predicación. En la predicación de Jesús vemos algo muy distinto que el Evangelio nos anima a imitar.

En primer lugar, nos invita a mirar a los ojos de las personas. Los ojos son una especie de vía de acceso a su interioridad. Mateo no tendría que ser un personaje ‘apetecible’. Se trataba de un recaudador de impuestos, un mercenario al servicio del poder del Imperio y de sí mismo, que ahogaba con usura al pueblo doblegado. Seguro que Mateo llevaba tiempo escuchando cosas sobre Jesús y que escuchó al mismo Jesús en Cafarnaúm. Jesús miró a Mateo en su verdad profunda y, sin necesidad de reproche alguno, la mirada misericordiosa de Jesús alcanzó su intimidad, ese lugar reservado por Dios en lo profundo de todo ser humano. No tuvo que insistir mucho para que lo siguiera.

Entre los ‘indeseables’ del mundo, hay muchos corazones preparados desde la eternidad para acoger el mensaje de Jesús. No sé si hay tantas miradas misericordiosas que se hacen cargo de sus heridas interiores sin juzgar, con el sincero deseo de sanarlas con la ayuda de la gracia.

Dña. Micaela Bunes Portillo OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo de Murcia