15/11/23

EVANGELIO JUEVES 16-11-2023 SAN LUCAS 17, 20-25 XXXII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús:
«¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?».
Él les contestó:
«El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: “Está aquí” o “Está allí”, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros».
Dijo a sus discípulos:
«Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis.
Entonces se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.
Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación».

                         Es palabra de Dios

REFLEXION

El Reino de Dios lo instaura Jesús de Nazaret con una forma revolucionaria, fresca y original para cualquier época histórica en la que se viva. Una forma de vida original que sirve de testimonio y que habla por sí misma, sin necesidad de explicaciones, sin necesidad de alardes de grandeza. Con acciones y ejemplos concretos que descolocan a al pueblo. Gestos que traen al «valle de lágrimas» la ternura y la compasión de Dios por sus hijos. Cuando el Bautista está encarcelado se hace la siguiente pregunta a cerca de Jesús. ¿Es realmente, Jesús, el Mesías, el Dios con nosotros? A lo que «Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados» (Mt 11,4-5). Jesús y el Reino de Dios van de la mano, para mostrar algo realmente profundo: Dios mira con amor al que está necesitado de su misericordia.

De este modo, Jesús deja claro al auditorio fariseo, que no se trata el Reino de Dios de grandes exhibiciones, de estar aquí o en otro lugar físico concreto. Sino que el Reino de Dios se ha hecho presente en medio de su pueblo. A los discípulos, a los hijos de Dios, se les lanza un reto concreto, el Reino de Dios, debe de florecer en medio de las gentes. No se trata, por tanto, de vivir en una serie de claves morales, vivir aferrados a la ley, sino que lo que plantea Jesús como algo nuevo que debe de echar raíces profundas en el corazón de sus seguidores es vivir en clave de amor. «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud» (Mt 5,17). La plenitud en el Reino la da precisamente la vida en el amor: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). El amor hace que te entregues hasta las últimas consecuencias por implantar algo distinto, nadar contracorriente, hacer esfuerzos sobrehumanos, para que germine la compasión en medio de escenarios que solo hablan de oscuridades y muerte.

Así la acción de Jesús de la que envía noticias al Bautista que está encarcelado: «Los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados». Coincide con la liberación, sanación, vida en el amor que implanta el Reino de Dios en esta tierra. Esto es lo que se nos plantea hablando del Reino: «Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros» (Mt 11,20). Una de las claves de que el Reino está vigente es la acción de Jesús que expulsa los demonios. La parábola del grano de mostaza compara el Reino con ese grano, el cual, después de crecer ha creado una estructura lo suficientemente potente como para que las aves se sientan seguras, aniden y canten en sus ramas. El Reino está presente cuando los discípulos de Jesús creamos estructuras de hospitalidad. El Reino se parece a un tesoro. Cuando los cristianos vivimos y manifestamos con nuestra vida la alegría del encuentro con Jesucristo vivo y resucitado hablamos del sentido del Reino.

Para ello, hay que abrirse a al don de la sabiduría de Dios. No vivir en clave de cumplimiento de la ley al estilo fariseo, ya que, no es fácil comprender el nuevo planteamiento de vida que propone Jesús: Su Reino de amor. Para ello, se ha encarnado, se ha hecho uno de nosotros y habla de ese anuncio de pasión, muerte y resurrección como la clave de vivir centrado en una entrega total de la vida por amor a Dios y a la humanidad. De este modo, el que se siente discípulo, es un instrumento en las manos de Dios como lo plantea este himno: «Y tú te regocijas, oh Dios, y tu prolongas en sus pequeñas manos tus manos poderosas; y estáis de cuerpo entero los dos así creando, los dos así velando por las cosas». Eso es lo que hace que el Reino esté presente en medio de nosotros, creador y creatura están trabajando por implantar algo nuevo.

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.
Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife)