La avaricia es una de las grandes tentaciones que pueden asaltar al ser humano, en toda época. Nos impide valorar lo que es cada persona y lo que uno tiene. Una persona avariciosa que vive para acaparar, acumular, enriquecerse, solo piensa en sí misma y no en los demás.
Jesús aprovecha la parábola para advertirnos del peligro de poner toda nuestra confianza y esfuerzos en los bienes terrenales. Y hasta hace intervenir en ella al propio Dios: “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”.
Buscar los bienes de arriba, ser rico ante Dios, es vivir en hermandad y solidaridad, trabajar para que haya más fraternidad, desde la caridad con todos. Se trata de gastar la vida amando y sirviendo a Dios en cada hermano.
Fr. Juan Carlos Cordero de la Hera O.P.
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)