Es palabra de Dios
REFLEXION
El Evangelio de la Misa de hoy nos relata uno de los muchos enfrentamientos de los fariseos con Jesús. Éstos se escandalizan de que Jesús quebrante las normas y deje que sus discípulos también lo hagan.
Aquí se nos plantean dos actitudes muy diferentes, una la de los fariseos, que viven esclavos de la ley y la otra la de Jesús y sus discípulos, que viven en la libertad de los hijos de Dios. Los fariseos que están anclados en la apariencia, en lo que se ve, en el cumplimiento, con un corazón vacío, aún no han descubierto que por encima de todas las normas está la ley principal, que es la que vino a traer Cristo, esto es, la ley del amor y de la misericordia.
En realidad, Cristo no vino a abolir la ley, sino que quiere mostrarles que la ley del amor es mucho más importante que cualquier otro precepto. Él quiere poner las normas en el sitio que les corresponde, porque las normas nos enseñan el camino pero lo importante es la meta que es Dios mismo, el poder experimentar su amor y misericordia.
Estemos atentos, porque también nosotros corremos el riesgo de vivir como los fariseos, en la apariencia, cumpliendo los preceptos y las leyes, y sin darnos cuenta dejando a Dios en un segundo plano y creernos que con nuestro esfuerzo podemos alcanzar la santidad. Así les pasaba a los fariseos que identificaban la santidad con el cumplimiento escrupuloso de las normas.
Jesús hoy nos invita a vivir en la libertad de los hijos de Dios, a poner por encima de todo el amor y la misericordia.
“Misericordia quiero y no sacrificios” Repítelo muchas veces para que se grabe en tu corazón, porque Dios, que es rico en misericordia, nos quiere misericordiosos.