El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Es palabra de Dios
REFLEXION
Como siempre, Dios nos primerea, nosotros buscamos y Él nos sale al encuentro. María Magdalena no se encontró con el Señor, fue Él quien salió a su encuentro. Aquí también, como la esposa del Cantar, al final la amada se encuentra con el Amado.
Pero antes de ello, Jesús interroga a María y también a nosotros: “¿por qué lloras? ¿a quién buscas?” Saber verdaderamente cuál es el motivo de nuestras lágrimas y el de nuestras búsquedas, esto es lo que pretende Jesús, que aceptemos nuestros deseos no siempre tan rectos como nos parecen.
De este modo María se topa con su realidad: ella busca a un Dios muerto, ya sin vida, queriendo verlo, tocarlo, estrecharlo…y sin darse cuenta Dios estaba ya en su corazón, por eso lo reconoció en el momento en que su nombre fue pronunciado por el Maestro: María.
Se cumple lo que dice el apocalipsis:
«El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.»
María, como la esposa del Cantar de los Cantares, puede decir “encontré al amor de mi alma” pero cuando María se agarra a los pies de Jesús éste le dice: “No me retengas”, ahora María ya no puede decir lo de la esposa “le aprendí y ya no lo soltaré” y esta otra novedad del Evangelio.
Misión
“Ve a mis hermanos y diles” que sigo siendo el Dios con vosotros y también ahora, porque “subo a mi Padre y a vuestro Padre”, el Dios más allá de vosotros. Aprended que soy el Dios inmanente y el trascendente.
Este mandato “Ve y Diles” la convierte en la Apóstol de los Apóstoles. Y de esto aprendemos los cristianos que no podemos quedarnos en una piedad intimista; lo que hemos visto y oído, lo debemos anunciar; es ese contemplar y dar de lo contemplado, lo que nos distingue como creyentes en Cristo Jesús.