Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Hoy el Evangelio nos habla de la «vid y los sarmientos» para expresarnos la relación vital existente entre Jesús y el creyente, entre la Palabra de Jesús y el que la acepta como propia. La comparación que nos pone resalta la compenetración que tiene que haber entre Jesús y el creyente, entre el redentor y el redimido.
La salvación, viene a decirnos el Señor, es un regalo de Dios pero no se opera de un modo mágico. Insiste en la necesidad de permanecer unidos para dar frutos, guardando los mandamientos y manteniendo el amor mutuo. Quienes escuchaban a Jesús comprendían bien el alcance mesiánico de su mensaje ya que, a través de la Sagrada Escritura, el pueblo de Dios fue comparado en muchas ocasiones con la «viña»: una viña cuidada con gran cariño por Dios y, sin embargo, ella le responde con amargos frutos.
El labrador cuida con gran atención y cariño sus viñas para que no se deterioren y arruinen. Dios cuida de nosotros, pero debemos dejar que nos atienda, que nos «pode», que corte sarmientos inútiles. Si no le dejamos actuar, si nos desentendemos de él, quedaremos arruinados. Seremos como esos sarmientos que, desgajados de la cepa, se secan y solamente sirven para ser quemados.
La unión con Cristo es indispensable para dar fruto. ¡Es imposible ser eficaces cristianamente si no estamos unidos a él! Ser cristiano exige vivir unido a Cristo. Sin esta unión de amistad seremos miembros secos en su Comunidad, en su Iglesia: «el que permanece en Mí y yo en él, ése dará mucho fruto». Por eso el Señor afirma que «sin Mí no podéis hacer nada».