Es palabra de Dios
REFLEXION
Nos ocurre, a veces, que estamos acostumbrados a escuchar el texto evangélico y las palabras de Jesús no nos producen el efecto de novedad absoluta e incluso de escándalo que muchas veces contienen.
Y hoy creo que nos encontramos con una de ellas: ¿qué es esto de que nosotros podemos ser el hermano, la hermana o la madre de Jesús?
No es una metáfora, porque Jesús hace esta afirmación en un contexto en el que aparece su familia “verdadera”, la de carne y hueso, la que todos entendemos como familia. Y precisamente aprovecha esta situación para decirnos algo que no podíamos imaginar, que desborda nuestras concepciones y expectativas.
Jesús está rodeado de gente. La llegada de su familia hace que algunas personas consideren que debe atender a los recién llegados, pues tienen un vínculo especial con él, una cierta jerarquía, unos “derechos” que no tendrían todos esos sencillos discípulos que le están escuchando y que casi acaban de conocerle. Pero Jesús no deja pasar la ocasión que se le presenta para tratar de explicarnos lo que pretende en su vida, y lo que sin duda sigue queriendo hoy para la comunidad de creyentes en él.
Él quiere crear una familia sin jerarquías, sin gentes más importantes que otras, con más derechos que otras… su familia es circular, no jerárquica. Todos iguales, en torno a una mesa que se comparte. Iguales por “abajo”, desde nuestra condición de creaturas, pero también ¡iguales por “arriba”!, asumidos por Él, participes de su vida, hermanos, hermanas, madres… con capacidad para hacerle presente en el mundo.
Con alegría agradecida y responsabilidad, le suplicamos que sepamos buscar siempre la voluntad del Padre y cumplirla, para poder “dar a luz al Hijo”.