Es palabra de Dios
REFLEXION
Desde que Jesús, en los últimos años de su vida, se dedicó a proclamar ante el pueblo su mensaje, su buena noticia, muchos de sus oyentes comenzaron a intuir que era una persona especial, empezando por su manera de hablar, y concluyeron que “ensañaba como quien tiene autoridad y no como los escribas”.
También su manera de actuar era distinta. El evangelio de hoy hace alusión a su purificación del Templo “y arrojó de allí a cuantos vendían y compraban en él”. Para sus contemporáneos, Jesús era un hombre normal, del pueblo, no pertenecía a la clase dirigente religiosa… por eso, les chocó su actuación en el Templo.
Igualmente los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo quedaron sorprendidos de su actuación y se atrevieron a preguntarle: “¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?”. De sobra Jesús sabía que esta pregunta se la hacían no para aceptarle a él y su verdad y toda su predicación. Buscaban ir en contra de él y encontrar algo de qué acusarle.
Y Jesús, como vemos en este evangelio, haciéndoles una pregunta comprometida para ellos y al negarse a responderle… tampoco él contesta a su pregunta: “Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto”.
Podemos concluir que quien se acerca a Jesús con mala intención no obtendrá ninguna respuesta. Hemos de acudir siempre a él deseando conocer su verdad, su buena noticia… y nos responderá. Para eso vino hasta nosotros para regalarnos su mensaje, el que ilumina nuestra vida.