Mateo, a través del capítulo once, nos narra diversas actitudes que las personas o grupos manifiestan ante Jesús.
Los versículos que iluminan hoy nuestro día van precedidos de una emotiva oración de Jesús en donde se dirige a su Padre con un profundo agradecimiento “te doy gracias, Padre, porque…has revelado estas cosas a los pequeños”. Jesús pone de manifiesto esa mirada complacida del Padre, hacia los sencillos, los que se sienten pobres y necesitados, hacia los que están lejos de la prepotencia del saber o tener, hacia los que en su corazón se dejan instruir por Dios. A esos ¿a nosotros? Dios les revela que, en su Reino, son sus predilectos porque están dispuestos a escuchar su Palabra, a conectar con su mensaje, a comprometerse con los valores de su Reino, a tener una mirada compasiva y misericordiosa. Y por eso y por nosotros da gracias, Jesús al Padre. “te doy gracias, Padre, porque has revelado estas cosas a la gente sencilla”
En la época de Jesús, en las comunidades a las cuales Mateo dirige sus escritos, había demasiada gente agobiada bajo el peso de la ley “los maestros de la ley y los fariseos echan cargas pesadas sobre los hombros de los demás” (Mt. 23,4), a Dios sólo se accede desde el escrupuloso cumplimiento de la ley, de sus muchos preceptos, que suponen un yugo pesado, muy pesado. Es este entorno el que contempla Jesús, y Él nos ofrece su yugo, su doctrina, su vida, “Aprended de mi” para que, todas las personas que sienten sobre si el yugo pesado de las mil dificultades de la vida, de las cargas impuestas, de los distintos “yugos” que oprimen nuestro corazón, recojan la invitación que hoy y a cada uno nos hace Jesús “Venid a mi” porque Dios ha revelado las cosas de su Reino a los sencillos, a los que confían en Él como la fuente de Gracia para recorrer el camino de la vida. “Venid a Mi”
Dejemos que esta invitación resuene en nuestro corazón y reavive nuestra confianza en Él.