Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
Es palabra del Señor
REFLEXION
En este pasaje del evangelio de Lucas, es Jesús quien nos da la clave para entender cómo es Dios. Y lo hace con dos parábolas que tumban radicalmente cualquier pretensión de racionalidad o rigidez.
Estas parábolas no son solamente relatos entrañables del pastor con la oveja al hombro o la señora barriendo bajo la cama. Trastocan nuestros valores y nos enseñan cuál es el verdadero valor de cada uno, la dignidad humana y la condición de única de cada persona. En ambas parábolas se nos repite, como un mantra, “¡Alegraos conmigo, he encontrado la oveja (la moneda) que se me había perdido!”. Pero ¿tiene sentido tanta alegría por una moneda, o por una oveja díscola, o por un pecador en quien quizás ya nadie espere un cambio o algo bueno?
¿En qué consiste la alegría de Dios? El papa Francisco, en un libro titulado “Te deseo la sonrisa” nos lo expresa con claridad meridiana: “La alegría de Dios consiste en perdonar. ¡Perdonar! Es la alegría de un pastor que encuentra a su oveja; la alegría de la mujer que recupera su moneda; la alegría de un padre que acoge de nuevo en casa a su hijo… ¡Aquí está todo el evangelio! ¡Aquí! ¡Aquí está todo el cristianismo!”… “Sólo el amor llena los vacíos, las vorágines negativas que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer eso y ¡esa es la alegría de Dios!”.
Volvemos a la carta de san Pablo a los Romanos: “Somos de Dios”. Y porque somos suyos, como la oveja o la moneda, le importamos y nunca dejará de buscarnos. Porque su alegría está en encontrarnos a cada uno, a cada una. Cuando esta verdad nos cala el corazón y el alma, nos vamos convirtiendo al Amor de Dios, y desde ahí amamos y podemos dar testimonio de lo vivido.



