Es palabra del Señor
REFLEXION
Hoy el Evangelio es claro: Jesús nos enseña que es necesario orar siempre sin desfallecer. Porque Dios nos ama infinitamente y siempre nos escucha, aunque a veces parece lo contrario.
Para enseñarnos la importancia de la oración perseverante, Jesús nos presenta una parábola, cuya protagonista es una viuda. Una mujer que estaba en un momento difícil de conflicto y que necesitaba que alguien atendiera su caso: que le haga justicia frente a su adversario.
Esta viuda es un ejemplo para nosotros de perseverancia y constancia en la oración: de pedir lo que necesitamos. Ella, tenía todo para perder: un adversario con quien tenía un conflicto y un juez que le ignoraba, daba largas a su petición de justicia; tenía las puertas cerradas. Pero ella a pesar de todas las contrariedades y negativas que se le presentaban, siguió firme en su petición: “hazme justicia frente a mi adversario”, hasta que el juez, movido no por compasión y temor a Dios, sino por quitarse de encima a la viuda, la escuchó; y le hizo justicia.
El Señor también nos invita en este día a orar sin desfallecer, de vivir en oración continua especialmente en los momentos difíciles, duros de sufrimiento y dolor. En los momentos en que parece que nadie nos escucha, que no hay esperanza, porque todo es contradicción y las cosas van de mal en peor, que no hay posibilidad de nada.
Dios siempre nos escucha. Por ello, la invitación de Palabra es una llamada a hacer memoria. A ver y reconocer las veces en que Dios obró en nuestras vidas, especialmente en los momentos en que sentimos que ÉL se olvidó de nosotros y no nos escuchó. Él nunca nos ha abandonado. Pues Él ha enviado a su Hijo Jesucristo, para salvarnos. Él nos hizo justicia frente a nuestros adversarios: el maligno, que quería separarnos de Dios. Él nos libró de nuestras enfermedades y de toda esclavitud y nos llevó a Dios. Nos devolvió la dignidad de hijos de Dios para experimentar su vida misma, la vida del cielo. Él nos llamó a su Iglesia, nos eligió para que seamos su pueblo. Por esto, ante esta obra de amor y de todo lo que ha hecho por nosotros el Señor, ¿pensamos que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman ante el día y noche, o les dará largas?
Jesús es nuestro verdadero modelo de oración constante y perseverante. Jesús, oraba sin desfallecer. Él oraba para dar gracias a Dios. Oraba cuando tenía que tomar una decisión importante. Oraba especialmente en los momentos duros de su misión, donde experimentaba el rechazo y la persecución. Oraba en los momentos de prueba, oró en el momento más crucial de su vida: el momento de su sacrificio en la Cruz. Y si vemos, parece que la vida de Jesús fue un fracaso porque terminó en la muerte. Pero no, su Padre escuchó su oración y no lo abandonó en la muerte. Dios le hizo justicia, ha escuchado su oración, su petición y su fruto es nuestra salvación.
“¿Cuándo venga el Hijo del hombre encontrará esta fe en la tierra?”
Pidamos al Señor que nos conceda el don de la fe. Porque si Él no nos concede esta gracia, no podemos.
No podemos olvidar que hoy celebramos la memoria de nuestro hermano San Alberto Magno. Hombre de oración, de gran sabiduría y contemplación. Que gracias a la contemplación, al estudio de las cosas creadas, descubrió que toda la naturaleza es una obra bellísima de Dios, cuyos reflejos muestran al creador y a Él conducen. San Alberto, por medio del estudio de las ciencias, contemplaba la presencia, sabiduría y esplendor de Dios. Pero sobre todo, la sabiduría y el poder de Dios están de manera especial en el ser humano, creado a su imagen y semejanza, con la capacidad de razonar y de amar y entrar en relación íntima con su creador. Para San Alberto, todo lo creado está llamado a un fin: manifestar la grandeza de Dios y darle gloria y alabanza.
Hoy, bajo la intercesión de nuestro hermano, pidamos al Señor constancia en la oración, y que sepamos contemplar en todo lo creado la existencia de Dios y también en los acontecimientos de nuestras vidas.



