Este texto del evangelio de Juan leído a la luz de la resurrección de Jesús, nos adentra en la esencia del ser de Dios, que es Amor. En Gaudium et Spes nº 24 se dice que el ser humano es la única criatura creada a la que Dios ha amado por sí misma”. “Ya no os llamo siervos”, el siervo en el Antiguo Testamento era el que siempre debía permanecer junto al amo, en todo momento, para servirle en cualquier situación que surgiera. El cambio radical del mensaje de NT es cuantitativo, aquí es el Amo el que siempre permanece a nuestro lado (el siervo), “a vosotros os llamo amigos”, el salmo 56 que hemos proclamado canta la acción de gracias a la fidelidad de Dios, el que siempre está. En Jesús la amistad es el rostro profundo de la Alianza, “porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”. Una alianza de esponsalidad, la amistad de Jesús es de hombres y mujeres libres, que más allá de sus debilidades y las de los demás se han dejado seducir y amar, “soy yo quien os he elegido”, y en el capítulo 13 de este evangelio de san Juan dirá ” yo sé bien a quién he elegido”… El amor siempre evoca un espacio y un lugar donde hacer vida la reciprocidad amorosa, aquí el espacio es el corazón del Padre desde el cual Jesús nos comparte su vida, su misterio, su entrega, su voluntad. El lugar, el campo inmenso de esta humanidad, con la cual construimos la historia y en la que estamos invitados a descubrir la presencia y el rostro de Jesús. “Y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure”… A nosotros se nos pide ser testigos de la resurrección en este siglo XXI, testigos creíbles, que lleven con la vida la mejor carta, la carta del amor, de la compasión, la carta de la verdad, la carta del perdón y la misericordia. Esa carta que solo podremos escribir cuando seamos tan libres que nada ni nadie nos impida entregarnos “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. No es fácil dar la vida, solo quienes se han sentido heridos por el amor de Dios pueden contagiar el mundo de esa misma herida. Contra este virus solo existe una vacuna: la oración, “de modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé”. |