El contexto de este pasaje es la última cena donde Jesús está despidiéndose de sus discípulos. El mensaje de Jesús son palabras de consuelo ante su marcha. El comienzo de este discurso desconcierta a sus amigos: “dentro de poco dejareis de verme, pero dentro de otro poco volveréis a verme”. Palabras un tanto extrañas que provocan interrogantes en los comensales.
Jesús se está refiriendo a los dos tiempos que está a punto de dar cumplimiento. El primer tiempo se refiere a su vida terrena; el segundo a su vida gloriosa, inaugurada en la resurrección. Su retorno, tras la resurrección, no se limita a las apariciones pascuales, sino que se prolonga en el corazón de los creyentes mediante su presencia en ellos.
A esa iglesia naciente le esperan pruebas que habrá de afrontar con valentía. La primera es su muerte, que ocasionará aflicción y desconcierto, mientras que el mundo se sentirá alegre. Para sus seguidores serán momentos de duda, de oscuridad y de silencio. Todo cambiará y la tristeza se tornará en alegría al reconocer su presencia tras su resurrección.
La vida de la iglesia de todos los tiempos discurrirá entre dos gozos: el del mundo y el de Cristo. El gozo del mundo va unido a la consecución de valores efímeros, asentados en aspectos terrenales. El gozo que viene de Jesús, se basa en la condición de ser sus discípulos, reflejar los valores que Él vivió hasta dar la vida por los hermanos. Ahí lo importante es no perderlo a Él, sentir su proximidad, cultivar su amistad.
La iglesia de siempre vive en esa lucha. Es bueno que en estos tiempos de abundante increencia no perdamos de vista esa realidad. Lo que importa es no apartarnos de Jesús y seguir buscándolo en la realidad del día a día. El Papa Francisco, con su perspicacia habitual, nos lo recordaba en la Vigilia Pascual: “Un cristianismo que busca al Señor entre los vestigios del pasado y lo encierra en el sepulcro de la costumbre es un cristianismo sin Pascua. ¡Pero el Señor ha resucitado! ¡No nos detengamos en torno a los sepulcros, sino vayamos a redescubrirlo a Él, el Viviente! Y no tengamos miedo de buscarlo también en el rostro de los hermanos, en la historia del que espera y del que sueña, en el dolor del que llora y sufre: ¡Dios está allí!”
Con Gerard Bessière podemos preguntarnos: Pero ¿dónde encontrar hoy ese rostro único? …El rostro de Jesús está entregado a los hombres, extendido en las multitudes, como un fermento, como un fuego que ilumina y quema, como una espera. ¿Dónde buscamos a Jesús?
Rostro de Dios, rostros de los hombres que esperan y que dan. ¿Podemos decir de verdad con santa Teresa de Jesús: «Tu rostro es mi patria»?
Un buen objetivo para este día. Intentar buscar a Jesús en tantos rostros con los que nos cruzaremos a lo largo de las horas. Mantener con Él una conversación de amigos y afianzarnos en la confianza y la seguridad de que Él no nos dejó; sigue en medio de nosotros, nos acompaña en el camino.
Fray Salustiano Mateos Gómara O.P.Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)