30/9/22

01 DE OCTUBRE : SANTA TERESA DEL NIÑO JESUS, PATRONA DE LAS MISIONES

 





Fue una religiosa que no destacó entre las hermanas que convivían con ella. Sin embargo, poco después de su muerte, sus tres manuscritos se convirtieron en clásicos de la literatura espiritual. En especial su Historia de un alma, que recoge una doctrina rigurosamente evangélica y ha sido traducido a múltiples idiomas.

Biografía

Teresa Martin nace el 2 de enero de 1873 en Alencon, una pequeña población de Normandía. Es la novena hija del matrimonio que forman Luis Martin y Celia Guerin. La pequeña es recibida con alegría en un hogar que había sido castigado con la muerte de cuatro de sus hijos, dos de los cuales eran varones. Luis y Celia suspiraban por un niño que llegara a ser sacerdote, pero acogen el regalo que Dios les hace en la pequeña Teresa.

La infancia de nuestra santa transcurre entre la alegría y el amor que le procuran sus padres y las cuatro hermanas mayores (Paulina, María, Leonia y Celina) y el dolor que la muerte siembra en su hogar cuando la madre, Celia, muere de cáncer el 28 de agosto de 1877. Toda la familia se traslada entonces a Lisieux, donde existe un carmelo femenino al que pronto comenzarán a volar las hijas del buen Luis Martin, quien, con generosidad heroica, entrega a sus dos hijas mayores para que sigan los pasos de Teresa de Jesús en la clausura carmelitana de Lisieux.

El año 1887, con sólo 15 años, Teresa hace a su padre una osada petición: ella también quiere ser carmelita. A pesar de su corta edad, Luis Martin, que conoce la piedad y el amor a Cristo que embellecen la vida de su reinecita –como gustaba llamarla–, no sólo no se opone a su decisión, sino que la apoya decididamente, acompañándola en una peregrinación a Roma para obtener un permiso especial del papa León XIII. A pesar de las habladurías que llenan todo Lisieux, acusando a las monjas de querer a la niña como juguete particular de un carmelo en el que ya vivían dos de sus hermanas, el obispo de Bayeux-Lisieux accede al ingreso de Teresa el 9 de abril de 1888.

Poco después, la vida de Luis Martin se convierte en un calvario por causa de varias congestiones cerebrales que le llevan a la demencia. Atendido por Celina y Leonia, muere en 1894. Teresa le dedica su Plegaria de la hija de un santo.

Mientras, en el Carmelo, Teresa afirma haber encontrado la vida religiosa tal y como se la imaginó. La pobreza material no le asusta. Tampoco la pobreza espiritual y mental de algunas de sus hermanas, que hacen insufrible la vida de comunidad. A todas trata Teresa con el mismo amor y respeto, desempeñando pacientemente todos los oficios que se le encargan en la comunidad desde su profesión en 1890.

Desde 1893 Teresa es encargada de las novicias. Recae sobre ella la responsabilidad de educar a las jóvenes que van entrando en la vida carmelitana, a pesar de que sólo cuenta 20 años. En 1895 comienza a redactar los primeros recuerdos de su vida por mandato de la madre Inés de Jesús, nombre en religión de su hermana Paulina.

En 1896, la noche (del Jueves al Viernes Santo, Teresa sufre una hemoptisis; es el preludio de la dolencia –tuberculosis–que le llevará a la muerte. Continúa, pese a la enfermedad, con sus trabajos, sigue recopilando sus recuerdos y escribe algunos poemas. A principios de abril de 1897, la afección se revela en toda su crudeza y en agosto recibe la última comunión. Su hermana Paulina, madre Inés, va recogiendo las últimas palabras de la santa. El 30 de septiembre de 1897, a las 19:20, muere Teresa Martin exclamando: ¡Oh, le amo, Dios mío, os amo!

Una espiritualidad evangélica

Sor Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz fue una religiosa poco menos que ordinaria para muchas de las hermanas que convivían con ella. Sin embargo, los designios de la Providencia harían de ella una de las santas más conocidas en la historia de la Iglesia. Poco después de su muerte, a raíz de la publicación de los recuerdos que de su vida había consignado ella misma en tres manuscritos, se desató en torno a Teresa un auténtico huracán de gloria: su Historia de un alma, se convirtió muy pronto en un clásico de la literatura espiritual, traducido a numerosos idiomas, y al carmelo empezaron a llegar miles de cartas de Francia, Europa y el mundo entero narrando incontables apariciones e intervenciones milagrosas de la santa (en 1918 se recibía una media de 500 cartas al día).

Lísieux era en un intenso foco de irradiación de la doctrina de Santa Teresita, a través de la difusión de su biografía, a cargo de su hermana Paulina (madre Inés), y la producción de retratos y estampas que realizaba otra de sus hermanas: Celina (sor Genoveva). En un espacio de tiempo relativamente breve, la espiritualidad de Teresa había calado hondo en la Iglesia y la devoción popular era muy intensa.

Fue beatificada en abril de 1923; sólo dos años más tarde llegaría su canonización. Hoy, además de mantener una fuerte devoción popular, la teología sigue apreciando los contenidos de su doctrina y eminentes teólogos han dedicado estudios a su espiritualidad o la citan con profusión en sus trabajos, pues la contemplan como último pico de una cordillera mistica que, arrancando en Ignacio de Antioquía y Gregorio de Nisa, corre por la historia en los nombres de Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, etc. (E. Biser). Así, parece que Teresa ha salido de la plaza para subir a un areópago reservado a elites.

Los acercamientos rigurosos y actuales a la espiritualidad teresiana resaltan hoy como su mayor valor el de ser una doctrina rigurosamente evangélica. Desde los escritos y la vida de Teresa se puede, sin duda, volver al Evangelio. Su aventura espiritual arranca del descubrimiento de un amor primero de Dios sobre su vida. Para Teresa, lo divino es esencialmente presencia paterna –diríamos materna– que se manifiesta como ternura y misericordia.

Este hallazgo no es para ella fruto de un golpe de conversión, sino corona de un proceso interior apasionante desarrollado entre 1889 –un año después de su entrada en el carmelo— y culminado hacia 1895, en un entorno especialmente agresivo. El ambiente espiritual, en el que se desarrolla la vida de nuestra santa, es absolutamente chocante: la piedad de aquella época se definía esencialmente por la reparación.

Se concebía a Dios como un ser herido por el desprecio del hombre: el auge del ateísmo, el rechazo del catolicismo, la postergación temporal del papa, el liberalismo... Estos y otros cánceres corrompen la vida del hombre y le apartan de un Dios lleno de ira hacia quien de tal modo le rechaza. Esto era especialmente grave en Francia, con sus antecedentes de jansenismo, donde a los católicos parecía increíble que la hija predilecta de Roma volviera la espalda, de un modo tan evidente, a los valores en torno a los cuales se había articulado históricamente como nación.

La respuesta de Teresa fue en aquel momento reivindicación del auténtico rostro de Dios y puede serlo también ahora, cuando la experiencia pastoral nos informa de la pervivencia de una imagen de lo divino como justicia vindicativa que constriñe la vida de los fieles hasta sus aspectos más íntimos. Podemos recuperar para el caudal de la espiritualidad cristiana una imagen de Dios absolutamente evangélica, que imprime en la vida de Teresa un doble movimiento liberador del que está necesitada nuestra Iglesia: de una parte, en su relación personal con el Padre, confianza en la misericordia absoluta; de otra, en las relaciones con los demás, compasión y ternura sin límites, comprensión para todas las faltas que ha sido aprendida en la escuela de la misericordia divina, y pequeños gestos de amor que refrescan la vida en el plano de las relaciones interpersonales.

Emilio Martínez O.C.D

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO SABADO 01-10-2022 SAN LUCAS 10, 17-24 XXVII SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Jesús les dijo:
«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno.
Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».
En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».

                                           Es palabra de Dios

REFLEXION

Si Job solo conocía a Dios de oídas; en Jesús se revela Dios a la gente sencilla.

Y lo primero que se nos revela; que Dios es Padre, cinco veces lo repite, para aprender en el Hijo a vivir como hijos.

En Jesús, se revela que el reino del bien, dominio de Dios, destruye al reino del mal, dominio de Satanás.

El anuncio de esta Buena noticia alegra la vida de quien sabe anunciarla o acogerla con sencillez. Jesús mismo se alegra y da gracias a Dios porque la Palabra de salvación se abre camino en la gente humilde y sencilla. Y nos recuerda el verdadero motivo de nuestra alegría: Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.

El rechazo de Jesús por “los sabios” y “prudentes”, nos está diciendo que la fe en Jesús es un don, un regalo, y no el fruto del esfuerzo humano.

Para acoger el regalo de Dios, que es la fe en Jesús, hay que hacerse sencillos; creerse sabio ante Dios es poner una barrera a la comprensión de los misterios del Reino.

Dichosos vuestros ojos si saben ver en Dios al Padre y en el prójimo al hermano.

En la fiesta de Santa Teresa del niño Jesús mira con qué sencillez lo vivió ella.

Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.
Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)

29/9/22

30 DE SEPTIEMBRE : SAN JERONIMO, PRESBITERO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

 





Este monje vivió en el siglo V y es Padre y Doctor de la Iglesia. Tradujo, por petición del Papa Dámaso, la Biblia del griego y hebreo al latín, traducción que es comunmente llamada "La Vulgata" que fue la única versión latina de la Biblia aceptada por la Iglesia católica durante siglos

 

Primeros años

Eusebio Jerónimo nace por el 347 en la fortificada ciudad de Estridón, entre Dalmacia y Panonia, ciudad destruida ya en vida del santo por los godos y estrechamente ligada, según parece, a la cultura latina. Su hermano Pauliniano y su hermana, más jóvenes, abrazan como él la vida monástica. Eusebio, el padre, piadoso cristiano de buena posición, le proporciona esmerada educación. De hecho, hacia el 360-67, joven aún, llegado apenas de Aquileya, cursa en Roma con excelente provecho estudios de gramática y de retórica. Bautizado en Roma por el papa Liberio, nada nos dice, en cambio, de las circunstancias que rodearon el hecho. Probó fortuna luego en Tréveris, la ciudad imperial, dejándose ganar por el ideal monástico oriental y llegando a conocer y copiar las obras de San Hilario. Vuelto con Bonoso a su patria en el 370, formó durante algunos años en torno a Valeriano, obispo de Aquileya, una piña con Rufino, Cromacio y Heliodoro que acabaría en riñas provocadas, entre otras cosas, por su afilada lengua de asceta.

Pasa más tarde a la ciudad de Antioquía, durante cuyo cisma Evagrio se había sumado a la reducida minoría ultranicena, encabezada por Paulino: en este ambiente, y tras la experiencia de Calcis, recibe la ordenación sacerdotal, aunque sin compromisos pastorales, pues Paulino buscaba adeptos y no pastores de una comunidad inexistente.

Junto al papa Dámaso

Hacia el 380, Paulino hubo de trasladarse a Constantinopla para solicitar de Teodosio el reconocimiento de su autoridad episcopal: Jerónimo se hace allí oyente de Gregorio Nacianceno, del que hereda la gran admiración por Orígenes, los secretos de la exégesis alegórica y los valores del mundo griego. Uno de sus buenos propósitos será servir de cabeza de puente entre la teología griega y la latina. Dos autores le atraen al principio: Eusebio de Cesarea, con sus trabajos históricos, y Orígenes con su exégesis: el método Orígenes, en efecto, mediante el doble aspecto de comparación del texto original hebreo o griego con las diversas versiones y de profundización en su sentido místico, dejará en él huella perdurable.

La autoridad de sus protectores orientales y el prestigio de su ciencia y su ascetismo le abrieron en Roma muchas puertas y le ganaron no pocas voluntades. El papa Dámaso lo tomó de secretario en la cancillería eclesiástica, poniéndole al frente de los archivos y encargándole de la correspondencia sinodal entre Oriente y Occidente, así como de traducir al latín las Sagradas Escrituras.

El monje de Belén

En el verano del 386, tras la visita a Palestina y a Egipto, es decir, los respectivos escenarios de la Biblia y del monacato, se instala en Belén, lejos de los ruidos de Jerusalén. Al principio de manera provisional, pero luego, al cabo de tres años, de forma definitiva, en el monasterio allí fundado. […]

La instalación en Belén favorece una intesa actividad literaria: rigurosas traducciones bíblicas, adaptaciones de tesoros exegéticos y, como distracción, alguna que otra novela de hagiografía monástica. […]

Allí Jerónimo enseña, predica a menudo, escribe obras admirables, alterna la vida, la oración y el estudio defendiendo la ortodoxia frente a origenistas (393-404) y pelagianos, que llegarán a incendiar su convento (417): sólo huyendo puede salvar la vida. En Belén, de todos modos, vive una vida más tranquila que la de Roma. Cuando predica, se dirige a monjes y monjas, parte principal de su auditorio. Que predicara en solemnidades, concretamente en el domingo de Pascua, puede significar que el grupo de monjes latinos, por él patrocinado corno presbítero, tenía su culto propio.

Director espiritual del mundo cristiano

El año 393 rompe su silencio epistolar para emprender la que será, en este terreno, la etapa más fecunda. El círculo de corresponsales se dilata; su correspondencia se hace universal; sus cartas ganan los confines de Occidente. Jerónimo será el director espiritual que a todos atiende. El abanico de asuntos es grande, pero hay dos que mueven su pluma con desusada prontitud a la hora de responder: el ascetismo y la Biblia. Buen número de cartas, en fin, afrontan las polémicas entonces abiertas, sobre todo el pelagianismo, la contienda joviniana y el origenismo.

Especial mención merecen sus relaciones con San Agustín. Aquella amistad será entrañable. San Agustín va a ser para el anciano Jerónimo el confidente de los momentos difíciles; con él desahoga el de Belén su preocupación por la amenaza pelagiana de los últimos años, y «no deja pasar hora sin mentar su nombre» (Carta 141).

San Jerónimo fallece el 30 de septiembre del 419, dejando inacabado el comentario de Jeremías, último del ciclo de los profetas. Su fama, la del excepcional transmisor de los textos bíblicos y patrísticos a Occidente, sobrevuela con la altura del cóndor los cielos todos del orbe. Sus obras contienen una documentación griega —exegética, histórica y espiritual— de excepcional magnitud. El eco de su voz resuena por Tierra Santa. Sus cartas navegan hacia Roma, donde dejara tantos amigos, pero al propio tiempo, llenas de luz y calor, llegan a las Galias y a España y a la amada tierra africana de San Agustín. El polvo enamorado de sus restos reposa hoy en la basílica romana de Santa María la Mayor.

Era tan grande su fama ya en vida que los escritos alcanzaban celérica difusión. Él, que había copiado de joven tantos libros para formarse una biblioteca, obtuvo de la generosa Paula un equipo de copistas y se las ingenió como pudo para organizar una tupida red difusora mediante el valimiento de sus amigos romanos y de sus corresponsales. Después de San Agustín es, sin duda, el más fecundo escritor de Occidente.

San Jerónimo es el más grande apóstol del ascetismo antiguo y uno de los hombres más cultos de su época, epistológrafo más que homileta, escriturista más que teólogo, propagandista incansable de la vida religiosa. Su ardiente amor a Cristo le inspiró consagrarse a la divina palabra. Y su capacidad humanística, de corte clásico, alcanzó tal perfección que habría superado a Lactancio en originalidad y potencia expresiva. Gracias a él, la Iglesia latina pudo enriquecerse de los Padres griegos y leer el texto genuino de las Escrituras Sagradas. Él precisamente es uno de los cuatro grandes Padres y doctores latinos.

Suele afirmarse que se sabía la Biblia de memoria. No extrañe, en cualquier caso, reparando en el dintel de esta lapidaria frase de Jerónimo: «Si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo» (Prólogo al Comentario sobre el profeta Isaías, 1).

Pedro Langa, O.S.A.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO VIERNES 30-09-2022 SAN LUCAS 10, 13-16 XXVII SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dijo Jesús:
«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza.
Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

                                  Es palabra de Dios

REFLEXION

En este Evangelio como en la primera lectura de Job, se pone de manifiesto la soberbia y prepotencia del ser humano. Cuando el corazón no está convertido al Señor, se endurece no reconociendo que de Él procede todo y por El existe todo.

Necesitamos ser pobres de espíritu y pedir al Señor que nos regale un corazón humilde, para admitir nuestro pecado y debilidad, siendo conscientes que sin Él, no somos nada ni podemos hacer nada provechoso.

El Señor a través de este texto bíblico nos llama a la conversión.  A veces miramos alrededor y vemos muchos males, “hay mucha gente mala” pensamos y decimos, sin darnos cuenta que si esas personas hubiesen tenido el conocimiento que tenemos del Señor, serían incluso mejores que nosotros, que nos escudamos en la maldad de los demás, para justificarnos ante Dios y los hombres y no hacer caso al Señor.

Tenemos que seguir escuchando al Señor sin cansarnos; tenemos que preguntarnos y preguntar al Señor todos los días, qué nos quiere decir, a veces en la oración, otras veces a través de la Iglesia, del Papa.  Siempre tenemos que estar muy atentos a lo que la Iglesia nos dice y pedir al Espíritu Santo para que nos ilumine a todos para caminar unidos.

Todos los días tenemos que hacer el ejercicio de morir al hombre viejo con sus malas inclinaciones y buscar con generosidad la voluntad de Dios, para confiar en Él y vivir de su Palabra.

None Monasterio de Santo Domingo - Dominicas
San Sebastián

28/9/22

29 DE SEPTIEMBRE : SANTOS ARCANGELES MIGUEL-GABRIEL Y RAFAEL

 





Hoy la Iglesia celebra, con categoría de fiesta, a los llamados arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Sus nombres hacen referencia a sus funciones de intermediarios entre Dios y los hombres, así como ejecutores de sus órdenes y transmisores de sus mensajes

La fe de la Iglesia

La angelología no se presenta, hoy día, como campo en el que la investigación teológica se mueva cómodamente. Comenzando por la misma existencia de los ángeles, encontrarnos claras actitudes de rechazo que los relegan al mundo mitológico exclusivamente, o se recala en el desconcierto de no saber exactamente a qué atenerse en este tema. Es evidente que otro es el campo de las representaciones e imaginería con que se presenten, así corno el de las jerarquías angélicas indicadas en sus respectivas designaciones onomásticas.

No es éste el lugar de entrar en toda esa problemática; se trata de recoger la fe de la Iglesia, tal como actualmente se nos ofrece, concretamente en el ámbito de las celebraciones litúrgicas, en orden a su memoria y veneración.

El Catecismo de la Iglesia católica afirma: La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición» (n.° 328). El nombre de «ángel» no es nombre de naturaleza, sino de oficio, de función. Por su naturaleza es 'espíritu», por su función es "ángel" (cf. San Agustín: Psal. 103, 1, 15).

La Carta a los Hebreos (1, 14) los define como «espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación». Su nombre hebreo mal'ak, o griego anguelos, los define como mensajeros».

La fe de la Iglesia en la existencia de los ángeles toma vida y se traduce en oración, en el culto litúrgico, lo que es de capital importancia, según el principio de lex orandi, lex credendi, ya que la liturgia es la expresión concreta de la fe vivida. La liturgia celebra la fe bíblica y la tradición doctrinal de la Iglesia.

La liturgia ha unificado en este día, con categoría de fiesta, la veneración de los llamados arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Sus nombres hacen referencia a sus funciones de intermediarios entre Dios y los hombres, así como ejecutores de sus órdenes y transmisores de sus mensajes.

El Arcángel San Miguel

Lógicamente la fuente de información básica sobre el Arcángel Miguel ha de buscarse en la revelación bíblica, Mi-ka-'el, literalmente significa „¿quién como Dios?», y está en consonancia con su misión e intervenciones.
La liturgia, que le da culto desde el siglo V, asume el papel protector del arcángel Miguel, tanto en la celebración de la palabra en la misa (primera lectura), como en la liturgia de las horas, en antífonas y oficio de Lectura. En la lectura patrística, fragmento de una «homilía de San Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios», podemos leer: «... Cuando se trata de alguna misión que requiera un poder especial, es enviado Miguel, dando a entender por su actuación y por su nombre que nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer. De ahí que aquel antiguo enemigo, que por su soberbia pretendió igualarse a Dios..., nos es mostrado luchando contra el arcángel Miguel, cuando, al fin del mundo, será desposeído de su poder y destinado al extremo suplicio, como nos lo presenta Juan: Se trabó una batalla con el arcángel Miguel.

Miguel es jefe de la milicia celestial; la Contrarreforma lo convierte en defensor de la Iglesia ante la reforma protestante.

El Arcángel San Gabriel

«Dios es fuerte» o «héroe de Dios«, es su significado. Como dice San Gregorio Magno (oficio de lectura del día) «... se les atribuyen nombres personales, que designan cuál es su actuación propia..., ya que a través de estos nombres conocemos cuál es la misión específica para la cual nos son enviados.

Este ángel Gabriel es el «enviado por Dios..., a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María» (1, 26). El mensaje que transmite es sorprendente y trascendental: sin duda el más importante de la historia de la salvación; se trata del cumplimiento, de forma insólita, de todas las anteriores Escrituras: la llegada del Mesías, revelado como «Hijo del Altísimo... y será llamado Hijo de Dios».

Con razón dice San Gregorio Magno (oficio de Lectura): «Los (ángeles) que anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles. Por esto, a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un ámgel de la máxima categoría... A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa «Fortaleza de Dios», porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los principados y potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es Señor de los ejércitos y héroe en las batallase.

En el relato de Lucas, el protagonista parece el ángel Gabriel. Mas éste debe tal prerrogativa al designio que comunica. Por consiguiente, Gabriel viene asociado por Lucas con el mensaje. Y, en tal caso, el diálogo pierde en dimensión histórica lo que gana en profundidad teológica. Queda, en realidad, claro que Gabriel, aun siendo el protagonista, carece de importancia «personal» y recibe toda su relevancia del mensaje que transmite» (Antonio Salas).

El Arcángel San Rafael

Rafael significa «Dios cura». Sólo disponemos de la fuente bíblica, del libro de Tobías para hacernos una idea de su identidad y misión.

Rafael se presenta bíblicamente como: protector y compañero en nuestro caminar (también por el camino de la vida), sanador de nuestras cegueras (también espirituales), vencedor del demonio y del mal, abogado defensor en las dificultades de la vida, intercesor ante Dios en favor nuestro. Es uno de los siete grandes ángeles presentes ante la gloria del Señor...

Pero su misión y su protagonismo aparente tienen como finalidad la expresada por él mismo al revelar su identidad: «No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecida Diosporsiempre. Si he estado con vosotros..., ha sido por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él debéis cantar... Y ahora bendecid al Señor sobre la tierra y confesad a Dios. Mirad, yo subo al que me ha enviado...« (12, 17-20).

La devoción dedicada a Rafael fue promovida en el siglo XVI, al instituir el culto del ángel custodio, el obispo de Rodez, Francisco de Estaing, en 1526. Patrón de boticarios y médicos, protege también a los viajeros.

En todos los casos, las intervenciones angélicas reseñadas, tienen a Dios como protagonista principal, y a la persona humana (individual o colectiva) como beneficiarias. El ángel-arcángel en tanto tiene protagonismo en cuanto transmisor de ese mensaje, siempre salvífico y benefactor. La conclusión siempre debe ser el consejo de Rafael: «Bendecid a Dios por siempre», porque, en realidad, es él quien está actuando,

Sus atributos son: cayado de mensajero (cetro a veces), lirio que reemplaza al cayado o cetro, rama de olivo, filacteria que lleva la salutación angélica «Ave María gratia plena...

Ángel Olivera Miguel

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO JUEVES 29-09-2022 SAN JUAN 1, 47-51 XXVII SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Natanael le contesta:
«¿De qué me conoces?».

Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».

Natanael respondió:
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».

Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».

Y le añadió:
«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

                           Es palabra de Dios

REFLEXION

Jesús en el evangelio de hoy aparece hablando con Natanael, que será pronto uno de sus discípulos más cercanos. Pero sin duda este pasaje se ha escogido por lo que dice en su última frase: “Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”. Responde a la admiración que suscitó en Natanael comprobar que Jesús lo conocía a fondo. Les anuncia que verán cosas mayores que ésa: por ejemplo, el cielo abierto y a los ángeles.

Ver a los ángeles no es algo que vea todo el mundo, ni siquiera todos los cristianos. Y sin embargo se han hecho visibles muchas veces en la Escritura y a lo largo de la historia de la Iglesia. Además, los evangelistas hablan de la cercanía de los ángeles a Jesús en algunos momentos de su misión terrena (Mt 4, 11; Lc 22, 43); están también a su disposición en el momento de la pasión (Mt 26, 53); le acompañarán el día de su venida definitiva (Mt 25, 31) y los enviará para reunir a los elegidos (Mt 24, 31).

Por otra parte, se subraya su intervención en la vida terrena de los hombres: Ya hemos mencionado las dos anunciaciones (Lc 1, 19.26); comunican a los pastores el nacimiento del Mesías (Lc 2, 9ss); testifican la resurrección y la ascensión de Jesús (Mt 28, 5; Hch 1, 10); están al servicio de los que se salvan (Heb 1, 14); presentan a Dios las oraciones de los santos (Ap 8, 3); conducen el alma de los justos al paraíso (Lc 16, 22). A la liturgia incesante que celebran en el cielo (Ap 4, 8ss) se asocia cada día la Iglesia en su liturgia eucarística (Gloria, Prefacio, Sanctus). Y compartiremos con ellos la gloria del reino de Dios.

Fray Emilio García Álvarez O.P.
Convento de Santo Tomás de Aquino (Sevilla)

27/9/22

25 AÑOS DE SACERDOCIO DE NUESTRO PARROCO PADRE MISAEL

 
















    El día lunes 26 del presente, con una misa a la chilena y concelebrada por el Obispo de la Diócesis monseñor Santiago Silva, sacerdotes y diáconos de parroquias vecinas como también sacerdotes vicentinos venidos de otras regiones, nuestro párroco P. Misael Reyes celebró sus bodas de plata, 25 años como sacerdote, de los cuales mas de 15 años ha servido en  nuestra parroquia Todos los Santos de Los Lagos.

 La comunidad participó de esta solemne ceremonia para mas tarde compartir una cena donde le demostraron su cariño haciéndole entrega de numerosos regalos y solicitándole que nos acompañe por muchos años mas.    

  Desde este blog nuestras mas sinceras felicitaciones..  

28 DE SEPTIEMBRE : SANTOS LORENZO RUIZ DE MANILA Y DOMINGO IBAÑEZ DE ERQUICIA

 




Dieciséis mártires de Familia Dominicana que dieron su vida por el Evangelio entre 1633 y 1637, en Nagasaki (Japón) en la persecución promovida por el jefe supremo militar Tokugawa Yemitsu. Fueron beatificados en Manila en 1981 y canonizados en Roma el 18 de octubre de 1987, por Juan Pablo II.

El 18 de febrero de 1981, Juan Pablo II beatificaba en Manila a Lorenzo Ruiz, padre de familia filipino muy vinculado a los dominicos, a catorce compañeros mártires dominicos, encabezadas por Domingo Ibáñez de Erquicia. Y el 18 de octubre de 1987 canonizaba al primer santo mártir filipino: el Beato Lorenzo Ruiz, con sus compañeros de martirio y de beatificación. Por ser el protomártir filipino es Lorenzo el que encabeza el grupo de los 16 mártires de la familia dominicana que dieron su vida por el Evangelio en Nagasaki, entre 1633 y 1637.

El panorama que al padre Domingo Ibáñez de Erquicia y demás misioneros dominicos se les presentaba cuando llegaron a Japón entre 1620 y 1637 no podía ser más aterrador. Desde el punto de vista puramente humano, su llegada a este país significaba ir a una muerte segura precedida de horribles tormentos; agua ingurgitada y arrojada por presión en el vientre, incrustación de agujas o cañas afiladas entre las uñas de los dedos, hoguera a fuego lento, etc. Los métodos de tortura para hacer apostatar habían ido recrudeciéndose con respecto a otras formas empleadas en períodos anteriores. A pesar de todo, los misioneros seguían llegando y la mayor parte de los cristianos japoneses se mantenían firmes en la fe. El grupo de mártires que encabezaban San Lorenzo Ruiz y Santo Domingo Ibáñez de Erquicia pertenece a esta época, en que la persecución anticristiana alcanza su clímax para terminar, en 1639, con el cierre hermético del país a toda relación con Portugal y España.

Es la época en que empuña las riendas del gobierno militar el shogun Tokugawa Iemitsu (1623-1651), que había heredado de sus antecesores el odio hacia el cristianismo. La presencia de los dominicos en Japón había comenzado en 1602 y, hasta el presente, ya habían muerto por la fe casi todos los que por entonces entraron en este país. El primer grupo –Beatos Alfonso Navarrete y 19 compañeros– , y segundo grupo integrado por setenta y dos terciarios, catequistas, cofrades y bienhechores de los dominicos fueron santificados en su mayoría durante los shogunados del fundador de la dinastía, Tokugawa Ieyasu, y de su hijo Hidetada. Ahora les llegaba la hora del testimonio martirial a los que entraron y predicaron el mensaje cristiano en tiempos de Iemitsu. Es el grupo cuya Memoria litúrgica se celebra en este día.
Es un grupo variado en etnias, en estados de vida, en situaciones sociales. Hay en él hombres y mujeres, sacerdotes y laicos. Sin embargo, a la hora de confesar el nombre de Cristo todos compartieron la fortaleza en el tormento, la esperanza en la resurrección con Cristo, la grandeza de corazón para perdonar a los perseguidores. Ofrecieron su vida durante el mandato despótico e intransigente de un shogun que, decidido a destruir todo vestigio cristiano en Japón, dijo en sus últimos años estas palabras: «Mientras el sol caliente la tierra, no se permitirá la entrada de ningún cristiano en Japón; y sepan todos que, aunque sea el rey de España y aun el verdadero Dios de los cristianos o el mismo Buda, los que se atrevieren a contravenir esta orden lo pagarán con la cabeza».

Los hechos confirmaron su propósito. Durante los 28 años de su shogunado fueron sacrificados la mayor parte de los cuatro mil mártires de aquella época de la historia japonesa. Para colmo, en 1639, cerró Japón a todo influjo comercial, cultural y religioso procedente de Portugal y España. Con esto quedó oficialmente cerrada toda labor evangelizadora en territorio japonés, donde religiosos jesuitas, franciscanos, agustinos y dominicos, y numerosos laicos japoneses habían trabajado heroicamente en la difusión del mensaje cristiano.

Sin embargo, el proyectado exterminio del cristianismo no fue total, Quedó un núcleo de cristianos japoneses escondidos en las islas del Sur, que mantuvieron su fe a lo largo de varios siglos hasta la apertura de Japón a Occidente, a finales del siglo XIX. Entonces los descendientes de aquellos mártires emergieron como pequeña comunidad cristiana después de transmitir de padres a hijos su fe en Cristo, su devoción a la Virgen María y su fidelidad al papa. Así renació de las cenizas de las persecuciones la Iglesia de Japón, hoy continuadora de la evangelización que llevaron a cabo aquellos misioneros.

San Lorenzo Ruiz de Manila

Hijo de padre chino y madre filipina, nació en Binondo, Manila, en 1600. Sirvió desde muy joven en el convento e iglesia de los dominicos Binondo, donde recibió formación cristiana. Llegó a ser escribano y llevó una vida de piedad y dedicación a hacer obras de caridad. Contrajo matrimonio y tuvo tres hijos. Hacia 1636 fue acusado de complicidad en un homicidio y, perseguido por la justicia, buscó refugió en los dominicos. Gracias a la intervención del padre Antonio González pudo salir de la embarazosa situación.

Justamente por entonces el padre Antonio González preparaba la expedición a Japón, y Lorenzo, con intención de saltar a tierra en Macao, se adhirió al grupo de pasajeros. Pero, debido a los vientos, el barco se desvió a Okinawa, donde fueron todos arrestados y encarcelados. Fue durante el año que permanecieron recluidos en la prisión de Okinawa cuando se robusteció la fe de Lorenzo hasta el punto de decidirse a confesar ante los perseguidores sus convicciones cristianas.
La prueba tuvo lugar al verse ante el tribunal de Nagasaki. Aunque vacilante al principio, luego recuperó el coraje de declararse cristiano y «dispuesto a dar mil veces la vida por Dios». Confiado en la intercesión del padre Antonio, sacrificado antes que él, se atrevió incluso a retar a los jueces: «Ahora ya podéis hacer de mí lo que bien os parezca». Durante el paseo por la ciudad, fue rezando oraciones y jaculatorias y, ya en la colina de Nishizaka, sufrió la tortura del agua ingurgitada que soportó con heroica entereza y paciencia. Murió el 29 de septiembre de 1637 y sus cenizas fueron arrojadas al mar. Es el primer santo mártir de la Iglesia filipina.

Santo Domingo Ibáñez de Erquicia

Nacido en Régil (Gipúzcoa) en 1589, ingresó en la orden dominicana en el convento de San Telmo de San Sebastián. Siendo todavía estudiante de teología se alistó para predicar el Evangelio en el lejano Oriente y en 1611 se encontraba ya en Filipinas. Un año después recibió la ordenación sacerdotal en Manila y le fue encomendado el ministerio en Pangasinán, luego en Binondoc y posteriormente en Manila, como profesor del colegio de Santo Tomás.

Por el año 1622 sólo quedaban en Japón dos misioneros dominicos y los superiores decidieron enviar a aquel país a cuatro religiosos. El padre Domingo Ibáñez de Erquicia fue uno de ellos y en octubre de 1623 desembarcó en Nagasaki, con tan mala fortuna que, apenas puesto el pie en tierra nipona, salió un decreto shogunal que prohibía a los españoles permanecer en el país y cortaba radicalmente las relaciones con Filipinas. En efecto, el padre Domingo con sus compañeros zarparon, pero, tras navegar unas ocho leguas, una pequeña embarcación, preparada por el padre Domingo Gastellet, salió a su encuentro y los devolvió a la costa japonesa. Comenzaron entonces una vida de clandestinidad.

Superior de la misión dominicana durante diez años, el padre Ibáñez realizó heroicos esfuerzos para confortar a los cristianos, reconciliar a los apóstatas y administrar los sacramentos en medio de huidas, caminatas nocturnas, escondites en cuevas y en montones de paja. Y, al fin, muy buscado por las autoridades, fue recluido en la cárcel de Nagayo, en Ómura. [Fue torturado] y entregó su alma al Señor el 14 de agosto de 1633. Su cadáver fue reducido a cenizas para que los cristianos no veneraran sus restos.

San Antonio González

Jesús González Vallés O.P.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),