San Lucas en el camino de Galilea a Jerusalén va instruyendo a sus discípulos de cómo tienen que continuar su obra. Pero, a pesar de ver cómo provoca admiración su actuación y sus palabras, a Él no le está siendo fácil y de nuevo les recuerda cómo va a terminar su vida: entregando la vida, pero resucitando. Lógica la reacción de sus discípulos, de no entender o de no querer entender.
Les resultaba raro que tal como aparentemente la gente le escuchaba, le solicitaba ayuda, le seguía, incluso lo aclamaba, pudiese ser verdad el anuncio de la realidad de la entrega de su vida, pues no sólo iban a matarlo, sino que lo decía cómo que era algo normal para Él. Esa normalidad, tal como lo expresaba, se ve que era consciente de que su vida la entregaba libremente para hacer realidad el proyecto que Él había intentado hacer realidad y del que les había hablado de muchas maneras.
No entendían el lenguaje y tenían miedo en preguntarle. El porqué de ese miedo, ciertamente llama la atención- ¿Será porque ven una contradicción ente la admiración y su muerte? ¿Será porqué pensarían que a ellos, por ser sus seguidores, terminarán igual? Estás preguntas nos sitúan en nuestra realidad existencial y vemos que ocurre lo mismo. Jesús y su proyecto y realización en su vida, es admirado y valorado por muchas personas, pero las personas tienen miedo de seguirle para hacer realidad ese proyecto. ¿Por qué será? Reflexionemos y pidamos ayuda para no desanimarnos en continuar con ese proyecto de amor a la humanidad realizado por Jesús y anunciarlo con nuestra palabra y con nuestro testimonio.