Jesús sigue peguntando cosas difíciles, y nuestras respuestas pueden ser muy variadas. ¿Qué podemos hacer en el día santo? Es obvio que podemos hacer el bien o el mal, ¿pero, por cuál nos decantamos?
Es posible que, por una interpretación literal y rigorista de la ley, pensando que el bien es el seguimiento estricto, hagamos realmente un mal. El Maestro sigue enfrentándose a unas castas religiosas, en las que la caridad, el amor, está ausente, y elijen la escusa de un cumplimiento riguroso de la ley para olvidar que el hombre es hijo de Dios y que sus derechos están sobre el sábado. Recordemos que Jesús ha sido contundente: “El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado” y vivamos en consecuencia con ello.
Es posible que estemos mirando atentamente lo malos que son escribas y fariseos sin tener en cuenta que lo somos nosotros en no pocas ocasiones. La idea de estos personajes es mantener el poder de la Ley sobre el hombre aplicando la máxima fidelidad en la interpretación literal de los mandatos, sean de origen divino o hayan sido añadidos después, aunque para dar un barniz de autoridad a normas puramente higiénicas, coyunturales, le echemos las culpas a Dios de su autoría, y les concedamos la misma importancia que a los mandamientos mosaicos. Exigimos respetar el sábado, pero nos olvidamos de amar a Dios y al prójimo en primer lugar, y después seguir con el resto de los preceptos, pero siempre supeditados a los dos primeros y principales.
Respetemos el sábado, para nosotros el domingo, siempre en servicio de las necesidades humanas. Hagamos el bien sea el día que sea.