Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Nos relatan estos versículos el último diálogo de Jesús con su madre. Leemos “Junto a la Cruz estaba su madre” porque en momentos difíciles, de sufrimiento “su madre estaba” como lo está con nosotros, pero solo Juan menciona su presencia. Él lo sabe y lo cuenta porque estaba junto a la Cruz y gracias a su presencia y a su mención en el texto evangélico, nosotros sabemos que María estaba junto a su hijo, como sabemos que está con nosotros, está junto a nosotros siempre, en los momentos difíciles y en los fáciles, en situaciones de sufrimiento y de alegría, en este “valle de lágrimas” y siempre. El llamar Jesús a su madre “mujer” parece indicar un acto que sobrepasa la relación filial, proclamando la universal maternidad espiritual de María con respecto a los creyentes que estamos representados por el discípulo amado. Todos nosotros estamos invitados a acoger a la madre del Señor en nuestra casa y en nuestra vida. Celebramos la Virgen de los Dolores, y reza un himno en este día: “La Madre piadosa estaba junto a la cruz y lloraba, mientras el Hijo pendía; cuya alma, triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía” (LH Vol. IV Pág. 1189); es la Virgen dolorosa y a ella “suspiramos, gemimos y lloramos”, cuando recitamos la Salve porque el mundo es “tierra de María” y a ella le rogamos “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Estamos llamados a ser cristianos marianos, creyentes en Jesús y en María; una madre siempre está “junto” a sus hijos ¿lo notas? María es una buena aliada para caminar en la vida. |