En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Jesús les dijo:
«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno.
Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».
En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
Es palabra de Dios
REFLEXION
Si Job solo conocía a Dios de oídas; en Jesús se revela Dios a la gente sencilla.
Y lo primero que se nos revela; que Dios es Padre, cinco veces lo repite, para aprender en el Hijo a vivir como hijos.
En Jesús, se revela que el reino del bien, dominio de Dios, destruye al reino del mal, dominio de Satanás.
El anuncio de esta Buena noticia alegra la vida de quien sabe anunciarla o acogerla con sencillez. Jesús mismo se alegra y da gracias a Dios porque la Palabra de salvación se abre camino en la gente humilde y sencilla. Y nos recuerda el verdadero motivo de nuestra alegría: Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.
El rechazo de Jesús por “los sabios” y “prudentes”, nos está diciendo que la fe en Jesús es un don, un regalo, y no el fruto del esfuerzo humano.
Para acoger el regalo de Dios, que es la fe en Jesús, hay que hacerse sencillos; creerse sabio ante Dios es poner una barrera a la comprensión de los misterios del Reino.
Dichosos vuestros ojos si saben ver en Dios al Padre y en el prójimo al hermano.
En la fiesta de Santa Teresa del niño Jesús mira con qué sencillez lo vivió ella.
Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.
Convento de S. Valentín de Berrio Ochoa (Villava)