Seguimos en pleno ciclo de Adviento y de Navidad, ciclo que concluye con la fiesta del Bautismo del Señor. Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Epifanía. Esta estrella, que guió a los magos hasta Cristo, es signo de que la salvación no es sólo para los judíos, sino también para todos los seres humanos. En la adoración de los magos se cumple la profecía de Isaías, que escucharemos en la primera lectura: “la gloria del Señor”, que amanece sobre Jerusalén, es también para que todos los pueblos caminen a su luz. Esta luz, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9), es Cristo, el Señor.
Hemos celebrado el adviento, hemos celebrado la fiesta de Navidad y ahora celebramos la Epifanía. Todo es lo mismo: adviento, o sea, venida; navidad, o sea, aparición; epifanía, o sea, manifestación. El Señor Jesús viene para manifestarnos quién es el Padre, para darnos a conocer con mayor seguridad que este Dios clemente y misericordioso del que hablaba Israel es un Dios cercano, que nos ama como no se puede amar más. La lógica respuesta a este anuncio es ponernos en camino, como los magos, para encontrar al Señor Jesús y para darlo a conocer a todas las personas con las que nos encontremos.
Fray Martín Gelabert BallesterConvento de San Vicente Ferrer (Valencia)