Termina este pasaje evangélico después de señalar la admiración por parte de muchos de su enseñanza y de sus milagros con una afirmación que llama la atención, pues los espíritus inmundos, los que le rechazan, afirman su identidad de Hijo de Dios, y por otra parte, no les deja que lo publiquen, que lo comuniquen.
Espíritus inmundos son los que viven de afirmaciones, pero, esas afirmaciones, no tienen ninguna repercusión en su vida. Son los que viven con mediocridad espiritual. Algo de lo que los seguidores de Jesús debemos liberarnos, hoy día, si queremos hacer realidad como el Papa Francisco nos está invitando: la renovación pastoral.
Si queremos salir de la mediocridad espiritual en la que estamos situados, tenemos que centrar nuestra vida en Jesús, en su actuación y en sus palabras. Todos los pasajes evangélicos que leemos nos invitan a entrar en un proceso de cambio de seguimiento de Jesús y de identificarnos con su proyecto. Tienen que ser leídos en actitud de conversión y de evangelización. Anunciar lo que Jesús nos enseñó de su Padre, nos impulsa a vivir la vida con sentido. Una actuación a favor de los marginados nos invita a tratar de no marginar, sino de acoger. Esta conversión tiene que ser permanente.