En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
No sabía qué decir, pues estaban asustados.
Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Esto se les quedo grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.
Jesús, en el evangelio de Marcos, escoge a sus discípulos para que vayan detrás de Él y siguiéndole aprendan. Le han seguido y ahora, los más íntimos, escucharan que es el Hijo predilecto del Padre, es decir, no es un maestro cualquiera, sino el Hijo de Dios. Como tiene una relación personal e íntima con Dios, tienen que escucharle. Para aprender hay que escucharle y hay que ver cómo actúa. Así manifiestan su condición de discípulos, y nosotros manifestamos nuestra condición de creyentes en Jesús.
Esa relación personal con Dios es el verdadero secreto de su identidad y la actuación de Jesús le viene del conocimiento que recibe del Padre. En cuanto que es Hijo, en Él se reveló Dios en cuanto Padre y en el actuar de Jesús manifiesta Dios su amor y su voluntad.
Jesús no conoce a Dios solo a distancia como el Señor, tal como lo conocen Moisés y Elías, sino que le conoce como un Padre en una relación de proximidad filial. Por eso Jesús representa el conocimiento íntimo y definitivo de Dios.
EL pueblo ha escuchado a Moisés y Elías, ahora debe escuchar a Jesús. Con su persona, con su acción y con su palabra lleva al pueblo el mensaje definitivo de Dios. A través de Jesús aprende el pueblo lo que Dios tiene intención de hacer con él y el modo en que él debe comprometerse con Dios.
La Transfiguración representa el punto culminante de la revelación de Jesús. En ella se manifiesta a sus discípulos en su relación con la historia de Israel, en su relación con Dios, en relación con la humanidad. De esta relación depende la presencia de su persona, su grandeza y su profundidad pueden ser comprendidas en la medida en que se comprenda quien es Dios.
¿Qué aprenden los discípulos en este pasaje de la Transfiguración? ¿Qué lección debemos sacar nosotros? Que Dios se revela como el Padre de Jesús. Padre lleno de amor; que Jesús es el Hijo predilecto de Dios; que en la palabra y en la actuación de Jesús se revela el amor paterno de Dios.
Se les impone silencio. Tienen necesidad de tiempo y deben participar de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, antes de poder comprender la verdadera identidad de Jesús y su misión salvadora, entonces ya no podrán callar, deberán dar, más bien, abierto testimonio.
Esta es ahora nuestra tarea, dar testimonio de lo que descubrimos en esta fiesta: la verdadera identidad de Jesús y su misión, para lo cual escuchemos Su Palabra y con la fuerza del Espíritu hagámoslo realidad. Es urgente escuchar más a Jesús.