En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Es palabra del Señor
REFLEXION
Esta breve oración de alabanza, de Jesús, la imagino en un momento de alegría. Jesús va viendo que el mensaje del Reino que Él predica va calando y atrae a muchas personas. Quizá entre sus seguidores no haya muchos entendidos. Los “sabios”, orgullosos y autosuficientes, lo desprecian, quizá por envidia. Son incapaces de entender la novedad de sus palabras, la luz que Jesús aporta a la vida. Ellos prefieren agarrarse a sus leyes y a sus rituales. Muchos de ellos se conforman con el mero cumplimiento, ¿para qué más? Están seguros y no ven necesario acoger la invitación de Jesús. Por el contrario, los humildes y sencillos captan su realidad y acogen sus palabras. De ese hecho surge la alabanza a Dios que “esconde estas cosas a los sabios y entendidos y se las da a conocer a los humildes y sencillos”.
Son palabras que invitan a la humildad. Dios siempre será misterio para los hombres, pero Jesús, con sus palabras, nos va descubriendo cómo abordar y vivir todo eso que nos desborda. Quizá detrás de sus palabras se halle una verdad que los “sabios” son incapaces de captar: la fe en Jesús es un don y nunca el resultado del esfuerzo humano. Estos “sabios” creen saber lo suficiente y, por ello, son incapaces de aceptar las palabras de este galileo.
Ante él tiene a muchos hombres y mujeres que expresan el cansancio de la vida, de la búsqueda de algo más que calme la sed. Ante ellos Jesús propone “venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Por eso invita a cargar con su yugo y verle como modelo de quien aprender cómo vivir y cómo sufrir. Su yugo es llevadero y su carga ligera.
Al recordar hoy a Santa Catalina de Siena, siglo XIV, descubrimos un alma humilde y generosa. Su vida, como laica dominica, fue una entrega al evangelio, desde su servicio a los más pobres hasta su coraje para enfrentarse a papas, cardenales, obispos, y políticos variados, invitando a la renovación desde una vida exigente y evangélica. Fue sencilla en el amplio sentido de la palabra, sin embargo, la iglesia la reconoce como doctora y copatrona de Europa.
¿Hasta qué punto me siento responsable de la fe que he recibido y me esfuerzo por expandirla a mi alrededor?
¿Qué significa para mi cargar con el yugo de Jesús?