Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
Es palabra del Señor
REFLEXION
Este fragmento del capítulo 26 del evangelio de Mateo, nos relata cómo los discípulos de Jesús preparan su cena de despedida y cómo les anuncia la traición que va a sufrir, personalizada en Judas; pero que también podría hacerse extensiva al resto de los apóstoles, empezando por Pedro que lo negó tres veces y siguiendo por el abandono de todos aquellos que, ante la aparición de la guardia del templo, huyeron para esconderse.
Indudablemente la acción de Judas Iscariote es totalmente reprobable pero, en algunas ocasiones ¿no nos podríamos aplicar la misma pregunta? ¿Soy yo acaso, Maestro?, cuando anteponemos nuestro propio egoísmo a los dictados de nuestra conciencia, y prostituimos nuestra escala de valores, dándole prioridad incluso a nuestro propio beneficio, ¿no estamos materializando actitudes como las de los discípulos que se escondieron por miedo a los judíos?
La historia de la Iglesia ha refutado, y con razón, la traición de Judas, pero ¡Cuántas traiciones, a lo largo de la historia, ha tenido que soportar Jesús! ¡Cuántas veces se ha utilizado el nombre de Dios para cometer toda serie de atrocidades!
Esta Semana Santa es una excelente oportunidad para que nos preguntemos ¿Soy yo acaso, Maestro? Y reflexionemos cuántas veces hemos mirado hacia otro lado ante situaciones de injusticia, ante los que necesitan lo mínimo necesario, ante aquellos en situación de exclusión, ante los que se han visto forzados a abandonar su tierra por motivos de violencia o necesidad de buscar un mundo mejor, ante tantos y tantos momentos en que nos han mirado con ojos de súplica y hemos apartado la vista, por todo ello no dejemos de preguntarnos ¿Soy yo acaso, Maestro?