Los relatos de aparición saben a amor, alegría, paz…frutos del Espíritu. Y es que estamos estrenando la Pascua. Cada año son nuevos. Hoy nos ponemos junto al mar. Ese mar donde Jesús enseña a la gente a remar mar adentro…a vivir con la gracia del Espíritu Santo. Nos lo aseguran los primeros testigos: No hay otro nombre donde podamos salvarnos; en Él somos hijos en el Hijo y alcanzamos lo que él alcanzó. Dios nos lo vuelve a decir ahora por medio de los Apóstoles. Él es el Salvador, no hay otro que pueda salvarnos. Si esta afirmación es cierta también nos afecta a cada uno.
Se apareció en medio de ellos. ¡Amanece!
Están los apóstoles, no todos, salen a pescar y ¡nada! Es la vida cotidiana: fracaso, trabajo, compañía, ¡Presencia!. El Evangelio de hoy nos empuja a no dudar de que en lo cotidiano hay Presencia. La mirada de la fe no se limita a los sentidos, es capaz de traspasar los límites de la razón humana.
Al amanecer todo cambia. Invitados a echar las redes, a pesar de una noche infructuosa, fiándose de su palabra, obtienen una pesca sobreabundante. Con su gracia, no con nuestras fuerzas… Porque Él está presente. ¡Está vivo! El Amor más grande permanece en nuestro corazón. El amor no puede ser apagado por la muerte. La fuerza la hace él para cosas grandes y nosotros quedaremos asombrados... ¿Cómo nos llega?A través del testimonio de los demás, de la materialidad del sacramento, encontramos lo divino. Y nos da una misión: ser testigos, “redimir al mundo”, la misma que la suya, vencer el mal viviendo desde la vida. El compartir, tan importante en la vida cristiana, el compartir la Escritura y compartir el pan. Llamada a la misión que pide una respuesta. El cristianismo desde su origen está sustentado sobre el testimonio de hombres y mujeres que se han encontrado con Dios. No sólo han transmitido sus palabras sino su vida. Ha cambiado su vida y lo testimonian sobre todo con el amor a los demás. Es la continuación de la misión de Cristo.
¿Reconocemos la presencia de Cristo en nuestra vida?
Señor… en lo sencillo, en lo normal: esfuerzo, trabajo, comunidad, relación… verte a Ti. Que ahí estás “alentando nuestra vida”. Que sales a nuestro encuentro porque nos amas, porque has dado tu vida y es sincero tu amor. Hoy también quiero darte gracias por las personas que me han señalado que eras “tú”…_“¡Es el Señor!”_ cambiando el sentido de lo que acontecía. Gracias por acercarte y preparar las brasas y el pan. ¡Tantas veces lo has hecho! “ Está fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.” Una y otra vez vienes a mi. “Vamos, almorzad”.
None Monjas Dominicas ContemplativasMonasterio de Santo Domingo (Segovia)