Con su muerte el Señor instituye el misterio pascual. Hoy celebramos la primera parte de este misterio, en el que proclamamos nuestra fe en Jesucristo crucificado. Lo concluiremos al celebrar su resurrección en la Vigilia pascual. Creemos en el Hijo de Dios que murió en la cruz por nuestros pecados. Ninguna cruz nos puede dejar indiferentes. Ni la de Jesús, ni la de los demás. Tampoco la propia. La cruz cuestiona el sentido último de nuestra propia existencia y pone a prueba nuestra fe en Dios. La pasión del Señor centra las lecturas y toda la celebración litúrgica del Viernes Santo que incluye el Vía crucis en algún momento de la tarde o de la noche. Es un día especialmente dedicado a la oración ante la cruz de Jesucristo y reflexionar sobre el sentido redentor de su entrega hasta la muerte por la salvación del mundo. Un día para revisar en profundidad nuestra vida de seguidores suyos. La firmeza de nuestra fe, aunque la realidad frustre nuestros deseos más justificados, la confianza en el proyecto del Reino, más allá de que no terminemos de ver cumplidas las expectativas que acaparan nuestros esfuerzos diarios, la fidelidad de nuestro vínculo de amor a Él, a pesar de que el corazón ande a veces disperso. Un día para tomar conciencia que la vida tiene sentido en la medida que se entrega por amor a los demás, como lo hizo Jesús. Fr. Rafael Colomé Angelats O.P. Convento San José. Buenos Aires (Argentina) |