“La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz” (CIC, 638).
Esta es una de las pocas noches que los cristianos se reúnen para velar y adelantar la mañana. Fue otra noche similar a la nuestra, siglos atrás: mientras los discípulos, las mujeres y quienes habían seguido al Nazareno hasta el muro desconcertante de la cruz eran incapaces de conciliar el sueño, Dios abrazaba a su Hijo en las entrañas de la tierra. Reconocía y justificaba lo que había predicado, curado y enseñado. Y proclamaba, desde el silencio del sepulcro, el poder de su existencia y su palabra, resucitándolo y llamándolo a una vida pascual, preludio de la que espera a quienes se incorporan a Él por el seguimiento bautismal.
Es de noche también en este mundo nuestro. Nos asusta el poder de la guerra y su fuerza destructora. Enmudecemos ante el poder de la violencia humana, manifestada en formas tan amplias. Nos abruma la enfermedad, el dolor y la muerte de los nuestros, en esta pandemia que a todos nos ha dejado heridos. ¡Demasiados sepulcros que velar en esta madrugada!
En la noche Dios trabaja. Nunca sabremos cómo lo hace. Construye, en el Misterio de su Hijo, un amanecer de vida y esperanza para esta humanidad, una promesa de futuro mejor para cada uno de sus hijos e hijas. En esta noche, ¡en todas las noches!, Dios sigue empujando la vida.
Fr. Javier Garzón GarzónConvento Santo Tomás de Aquino - 'El Olivar' (Madrid)