El texto del “ciego de nacimiento”, es un relato muy bien dramatizado y, quizá por eso, comunica con claridad la enseñanza que nos quiere transmitir: el amor liberador de Jesús y la importancia de la fe en las personas, para iluminar y sentir la experiencia amorosa del Dios de la vida.
En un proceso que va, desde el silencio y el aislamiento producido por el miedo de la enfermedad, a la sorpresa de los vecinos, que dudan que sea el mismo ciego que antes veían, debido ahora, a su falta de ceguera; que va también desde la opresión religiosa y la soledad consecuente, a la libertad de la fe en quien ha roto su suerte fatal; que va de la exclusión culpabilizadora atribuida al estigma social del pecado, al descubrimiento del amor liberador de Jesús. En todo este recorrido, el ciego lleva adelante un camino catecumenal donde, al hilo de la dura reacción que de cada uno de los personajes tienen ante este hecho liberador, el texto nos muestra algo propio del evangelio de Juan: el contraste entre las personas abiertas a la búsqueda de la luz que hay en la aceptación de Jesús, y quienes convencidos de conocerlo todo acerca de Dios por su situación de intérpretes autorizados de la Ley, están incapacitados para superar su estado de ceguera permanente y poder reconocer a Dios en la debilidad humana de las personas.
El texto sugiere todo lo que el ciego tuvo que pasar para creer en el Hijo del hombre. Superar todo aquello que niega lo humano. Creemos en muchos dioses: el dinero, el honor, la suerte, el aleatorio poder de distribución de los mercados, en lo que sea, pero no creemos en las personas, en el ser humano. Y en el ser humano se ha encarnado Dios y es ahí donde lo encontramos: no conocemos ni confiamos en Dios si no nos fiamos del ser humano. Y eso es lo que hace el ciego cuando, fracasado el intento de coacción sobre todos los interrogados, las autoridades van de nuevo al ciego y esperan obtener de él una confirmación de que Jesús es un pecador, pero él, sin entrar en discusiones doctrinales, responde desde la confianza total en quien le ha curado: «Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo»