Es palabra de Dios
REFLEXION
El evangelio de hoy nos habla de la mujer adúltera. Posiblemente uno de los pasajes más conocidos por los cristianos. En él encontramos dos posturas antitéticas. La de los letrados y fariseos que no ven más que los hechos externos: “una mujer sorprendida en flagrante adulterio”. Y ahí se quedan y piden que sea apedreada como manda la ley. Muy distinta la postura de Jesús. No se queda solo en los hechos externos, en el adulterio de la mujer. Va más allá. Llega hasta el corazón de esa mujer y ve en él un sincero y sentido deseo de arrepentimiento, un deseo de ser perdonada y no condenada, un deseo de ser comprendida y amada y un deseo de comenzar una nueva vida. Y Jesús, que no ha venido a castigar, sino a curar, a sanar, a perdonar a todo corazón malherido, a alentar a que se vuelva siempre al buen camino… la perdona y la acoge. El diálogo de Jesús con ella, después de haber puesto en evidencia a sus detractores, está lleno de comprensión y de ternura: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado? Ella contestó: Ninguno, Señor. Jesús dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.