En este fragmento del Evangelio de San Juan se pone una vez más de manifiesto que las palabras de Jesús han dividido nuevamente a los judíos y en esta ocasión quieren apedrearle porque lo tienen como blasfemo, ya que siendo hombre se hace Dios.
Realmente veían en Jesús algo diferente ya que hacía buenas obras y milagros pero hasta el punto de hacerse pasar por Dios, era demasiado ¿cómo podía un ser humano hacerse pasar por Dios?
Jesús habla de las obras que realiza, obras de Dios que lo acreditan, de cómo puede darse el título de Hijo de Dios y decir, Yo y el Padre somos uno. Está claro, se hace igual a Dios. Él habla desde unas categorías difíciles de entender para sus adversarios, les habla desde el seguimiento y el compromiso con su persona que hacen que Jesús sea conocido y amado.
Jesús lucha por presentar argumentos que puedan aceptar, pero el intento es en vano. En el fondo morirá por decir la verdad sobre sí mismo, por ser fiel a sí mismo y a su misión.
Al meditar este pasaje nos recuerda que Jesús fue condenado por las autoridades judías al hablar en nombre de Dios, ellos tampoco comprendieron nada de su misión.
No hay palabras para definir su capacidad de amarnos hasta el extremo de dar su vida para redimir a toda la humanidad.
La indicación de que Jesús se retira al lugar donde había estado bautizando Juan, marca una especie de inclusión, que preludia el fin próximo del ministerio público del Nazareno.
¿Qué imagen tengo yo de Dios?
Como cristiano, ¿soy fiel a mi misión?