En este pasaje del Evangelio de San Mateo podríamos decir que Jesús hace un “juego de espejos” Por un lado en la parábola tenemos el reflejo de su propia Pasión y muerte (el dueño de la viña envía a su hijo que es asesinado por los malos trabajadores, igual que Él lo será) Y por otro lado pone ante el espejo a los escribas y fariseos que hicieron lo mismo con algunos profetas y lo harán también con Él. Es decir: Cristo nos enfrenta con nosotros mismos, con nuestras faltas, nuestras ambiciones, nuestras malas artes...Porque esta parábola se puede aplicar en nuestros días. A poco que hagamos memoria recordaremos casos de hombres de Dios que han sido asesinados por los poderosos a causa de la incomodidad del mensaje que transmitían: Sacerdotes, misioneros, obispos, religiosos, seglares martirizados por predicar la Palabra de Dios y denunciar las injusticias del mundo.
Al final del pasaje vemos como los escribas y los fariseos saben perfectamente que Jseús se está refiriendo a ellos, y como el mensaje les es molesto maquinan la forma de deshacerse de Él. Su único temor es la gente que se les pueda echar encima ¿Y por qué? Muy sencillo: Porque Jesús predica la Verdad, porque de su boca salen palabras de vida eterna que denuncian las injusticias. Exactamente igual que hoy. Nosotros mismos hay veces que nos escandalizamos de la postura que toma la Iglesia ante determinados asuntos (aborto, eutanasia, abusos sociales…) porque denuncia lo que “la sociedad” quiere dar por bueno (la “cultura” de la muerte frente a la vida por ejemplo) Por eso esta parábola es digna de nuestra reflexión. Tenemos que ser buenos labradores, saber cuidar de la viña con la diligencia que el dueño espera de nosotros y debemos dar cuenta del fruto que se nos ha encomendado con valentía y honradez. En las cosas de Dios no caben las medias tintas: o se está con Él o contra Él. Sepamos distinguir y conocer a la “piedra desechada por los arquitectos” y hagamos de ella la piedra angular de nuestra vida.