La liturgia de hoy nos muestra como Dios sigue llamando a cada uno de nosotros, sus hijos, para integrarnos en su proyecto de amor, dándonos pautas en su seguimiento para transformar nuestras vidas desde la misericordia y la compasión. Además nos convoca para darnos a conocer de una manera sencilla y comprensible, su deseo de comunicarnos su vida, su gracia y su perdón.
Por eso, Jesús nos invita a vivir nuestra vida cristiana desde la alegría, la entrega y el servicio y no convertirnos en profesionales legalistas de la religión que dicen y no hacen, enseñan y no cumplen sus propias enseñanzas viviendo lejos de la realidad de la gente. Al contrario, se refugian en los cultos vacíos buscando honores y privilegios. Jesús nos quiere humildes y sencillos, todos somos hermanos y estamos invitados a construir juntos una Iglesia cada vez más evangélica y sinodal.
Por eso, es importante discernir en el hoy de la historia el hoy de un Dios compasivo y misericordioso, captando las nuevas oportunidades y encontrar caminos siempre nuevos para proclamar su evangelio, “remando mar adentro” con confianza, abandonando las orillas conocida y segura, para desarrollar una pastoral sinodal y de proximidad.