El relato del evangelio de hoy puede integrarse en una unidad literaria – y, por tanto, de sentido – mayor, a saber, incluyendo los relatos de la lámpara y el candelero y el de la verdadera familia de Jesús. Comenzaría esta unidad de parábolas con la indicación de la audiencia: “en una ocasión se reunió mucha gente venida de las ciudades” y concluiría con la conocida sentencia de que “mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
Esta sentencia final nos ayuda a penetrar en el sentido del relato de esta parábola de hoy. La lectura de la misma nos induce a plantearnos la cuestión de qué es más importante, si el mensaje en sí – su contenido - o la actitud del receptor del mensaje. El tenor del relato nos daría a entender – así lo suelen interpretar los biblistas – que la clave es precisamente esta actitud del que escucha. En la misma línea se situaría la continuación de la parábola cuando se advierte en Lc 8,18 “prestad atención a cómo escucháis: al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará incluso lo que cree tener”.
Pero si esto es así, siempre nos puede quedar la inquietud de que el mensaje en sí, el contenido del mismo, es secundario o relativo, y por tanto, indiferente para la vida. Aquí nos hace falta introducir una clave de interpretación de estos relatos: la compresión de que del reino de Dios se tenga, o lo que es lo mismo, la idea de salvación que implica la interpretación de esta categoría del reino. Tanto la actitud ante el mensaje como el contenido del mismo son relativos y subordinados a esta idea del reino, esto es, a lo que se entienda por salvación.
Entendido de forma global – esto es, en una lectura de conjunto de los textos neotestamentarios y su interpretación canónica posterior - Jesús mismo es el reino; Jesús mismo es la salvación, y por tanto el contenido del mensaje se cifra en Jesús mismo, y la actitud del receptor ante el mensaje es la actitud del receptor ante la persona de Jesús.
En consecuencia, la exhortación de hoy no es distinta a la del conjunto evangélico: la clave está en creer o no en Jesús. Creer es la actitud necesaria del que escucha y el que escucha no sólo cumple, sino que vive el mensaje, y lo hace práctica en su vida.
Los frutos de esa práctica vital son los que 1Tim 6, 11-12 (la primera lectura de ayer) concretan para la vida del creyente, y a cuya fidelidad vital exhorta con fuerza el subsecuente texto de 1Tim que hoy leemos.