Hay un anuncio de dificultades, persecución, sufrimientos a los que habremos de enfrentarnos por causa suya, pero también una invitación a la serenidad y la confianza porque con su fuerza podremos dar testimonio de Él, y una promesa de salvación para aquellos que sepan perseverar.
Se diría que este anuncio de Jesús tiene resonancias muy diferentes en los diversos lugares de nuestro mundo. Porque, efectivamente, en algunos sitios se persigue a los discípulos de Jesús sólo por serlo. Sin embargo, en el contexto de los países occidentales no es habitual que podamos hablar de persecución por ser seguidores de Jesús. Resultaría una pretensión por nuestra parte suponer que nos persiguen por causa de Jesús. Más bien vivimos un momento histórico en que precisamos de una reflexión humilde para reconocer que, más allá de todos los prejuicios anticlericales que realmente existen, la “persecución” a la Iglesia se fundamenta en la existencia de hechos delictivos gravísimos cometidos por sus miembros, que no podemos intentar minimizar y ante los que sólo cabe pedir perdón.
Pero también es cierto que los que desean seguir a Jesús encuentran obstáculos y dificultades en nuestras sociedades llamadas desarrolladas. El desinterés, el desprecio, la marginación, la exclusión de todo lo que parezca tener una relación con Dios o la religión se convierte en habitual en muchos ambientes. A veces lo encontramos entre aquellos que nos son más cercanos y queridos, y nos sentimos sin instrumentos para establecer un diálogo abierto y sin prejuicios… ¡cuánto necesitamos suplicar esa sabiduría que Jesús nos promete para poder testimoniar la alegría inmensa de su presencia en nuestra vida!¡Y cuánto, también, no dejar de sentirnos afectados por la indiferencia desoladora que prescinde tan fácilmente de Dios!