En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite».
Él le dijo:
«Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él dijo:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dice:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”.
Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz».
Es palabra de Dios
REFLEXION
El evangelio de hoy se comenta solo.
Pues sí, parece que son otros los que practican la misericordia, los que perdonan las infracciones, los que acogen al extranjero y le hospedan, mientras miramos recelosos a quienes nos han tomado la delantera y afeamos como podemos su conducta, intentando desvelar sus aviesas intenciones acomodados delante del televisor, buscando la paja en el ojo ajeno.
Aunque también vemos un luminoso testimonio de vida y compromiso con los pobres desde el faro de la Iglesia de Cristo.
Pidamos, para el Papa Francisco, la fuerza del Espíritu de Dios.
Dña. Micaela Bunes Portillo OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo de Murcia