Pasaje muy conocido y sobre el que se ha escrito de todo y bajo muchos puntos de vista. Yo me he puesto a reflexionar y quiero incidir en un aspecto: ¿Cómo andamos nosotros de mercaderes en nuestro templo? Hoy vemos a un Jesús airado, enfadado de verdad con aquellos que han convertido la casa de su Padre en un mercado, con los que se dedican a hacer negocio en el lugar donde solo se debería ir a orar, en el lugar donde solo se debería sentir la presencia de Dios.
Nosotros, los hijos de Dios, somos templos del Espíritu Santo, somos un lugar para el Señor, el sitio de nuestra alma inmortal ¿Cómo andamos de mercaderes? ¿Cómo andamos de materialismo, de rencor, de envidia? ¿Cuántos odios habitan en nosotros, cuántos olvidos del prójimo, cuántas faltas de caridad y amor? A poco que hagamos un examen de conciencia comprobaremos que poco a poco lo que es ajeno a Dios está invadiendo las estancias de nuestro interior, atenazando nuestro corazón y convirtiendo nuestro templo en un mercado donde todo se compra y se vende y donde queda poco espacio para el Señor.
El Evangelio de hoy nos dice que Jesús “todos los días enseñaba en el Templo” y la gente le escuchaba. Nosotros debemos limpiar nuestra casa, dejarla serena, para poder oír todo aquello que Cristo viene a decirnos, para recibirle con la paz que requieren las cosas importantes, sin distracciones ni ruidos que nos impidan entender el sentido profundo de la Palabra de Dios.