Es palabra de Dios
REFLEXION
¡Cuántas veces esperamos recompensa por nuestros servicios! Creemos que somos imprescindibles y que, sin nosotros, la Iglesia estaría incompleta. Contra esta actitud soberbia y vanidosa, nos alerta hoy el Señor con estas comparaciones.
El que se siente pobre, humilde, no espera recompensa, porque no hay ningún motivo de gloria en lo que hacemos, al contrario, servir debería ser para nosotros el motivo de gloria. Deberíamos ser nosotros quienes diéramos continuamente gracias a Dios por habernos llamado a su Iglesia, por habernos concedido ser hijos suyos por el Bautismo, y porque nos permite estar en su Iglesia.
Quien sabe que su vida y todo lo que le rodea es fruto de un amor sobreabundante de Dios, no exige nada, al contrario, está en deuda de amor con Él. Todo es gracia, y por eso se trata de vivir gratuitamente, desde la gratuidad.
Esto no quiere decir que no vayamos a sentarnos a la mesa y disfrutar del banquete del Reino; ¡claro que sí!, pero será después, cuando llegue el tiempo, ahora estamos en el tiempo de servir, de entregarnos, de dar la vida hasta las últimas consecuencias, conscientes de que todo procede de Dios y todo debe volver a Él. A nosotros nos toca dar amor, con humildad, desde nuestra pequeñez y pobreza, pero siempre desde el amor.
¿Vivo mi vida sabiendo que estoy en manos de Dios?
¿Me cuesta permanecer en el amor? ¿Qué cosas me apartan de esta entrega amorosa siempre y a todos?
¿Vivo mi vida de fe, como cristiano, con la conciencia de que todo es gracia recibida? ¿Qué actitudes me ayudan a permanecer pobre y humilde?