Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
El escriba que se acerca a Jesús es un maestro de la ley empeñado en la búsqueda auténtica de la verdad. Su pregunta nace de una exigencia particularmente sentida en el judaísmo de entonces. Un número exagerado de imposiciones y prohibiciones, no pocas veces insignificantes, impedía ver con claridad lo realmente importante. La respuesta de Jesús, que recoge dos textos del Pentateuco (Dt 6,4-5; Lv 19,18), se caracteriza por la seguridad soberana con que une el amor a Dios y el amor al prójimo. Sólo el amor a Dios hace posible el amor al prójimo y sólo en el amor al prójimo puede manifestarse el amor a Dios. Este mandamiento del amor es el mayor, porque sólo él es el que da sentido y orientación a todos los demás. Cualquier observancia religiosa y cualquier acto de culto carecen de significado y de valor, si no son cumplidos a la luz y en la perspectiva del amor. El Señor es nuestro único Dios, es Él el que salva y no otros dioses hechos a nuestra medida. Aquí caemos mucho en hacernos a Dios a nuestra medida y a nuestro gusto, para que no me pida cuenta de las cosas sino de lo que yo quiero, y entonces amamos a Dios a medias tintas, sin importarnos nada el prójimo, que es el segundo mandamiento. ¿Por qué? Porque en verdad no nos amamos a nosotros mismos, somos un poco egoístas incluso con nosotros. Tenemos que amar a Dios con todo el corazón y con toda el alma y con todo nuestro ser, porque no hay Dios fuera de Él. Él es el único que puede salvarnos es el dueño de nuestra vida, aunque nosotros nos empeñemos en otra cosa. Él siempre está a nuestro lado y con sus palabras ilumina nuestra vida y nos va encaminando. Él nos enseña que amando al prójimo, es el camino para llegar a Él y para poder decir que amamos a Dios. Pues en el prójimo lo encontramos a Él. Muchas veces decimos: “pero eso cuesta mucho, y más ver a Dios en el hermano”. Pero si pensamos un poco nos preguntaríamos, si los demás ven a Dios en mí. ¿Si yo no lo veo en los demás, cómo pueden los demás verlo en mí, si no les demuestro mi amor? En este sentido ¿qué nos falta? Pues un verdadero amor al hermano y, en este, a Dios. Si esto lo cumpliésemos seriamos las personas más dichosas del mundo. |