Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Es palabra del Señor
REFLEXION
El pasaje del evangelio en el día de hoy tiene una gran riqueza de matices que nos puede ayudar en la oración para profundizar en la fe y en nuestro crecimiento espiritual como cristianos. La primera pista de la que habla el texto es de una fiesta: «Se celebraba una fiesta de los judíos». Por tanto, Jesús sube a Jerusalén. Son convocados a participar de ese ambiente. Preparativos, bullicio, rituales, preparación espiritual, para que todo le lleve a cabo correctamente.
Que sucede, que ahora se nos presenta un drama. En una de las puertas a la ciudad. La Puerta de las Ovejas, agolpados hay un grupo que están echados: «Enfermos, ciegos, cojos, paralíticos». Posiblemente, estos no tengan las entradas «vip» a la gran celebración que se está preparando. Están a las afueras de la ciudad, curioso el detalle, si caemos en la cuenta de la actividad del Nazareno cuando se dedica a sanar: «Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes» (Mc 1,45). Los que en su vida tienen la etiqueta de «impuros», en la gran variedad de matices, están apartados, no se pueden mezclar con el resto que sí cumple y está purificado para la fiesta. Jesús se compadece de ellos.
Ahora, ya está planteado el trasfondo del problema que hay. El rigorismo farisaico que descarta ciertas personas, porque en esa enfermedad hay un planteamiento de que han pecado y están sufriendo el precio de ese castigo por la acción realizada. El conflicto que tienen los fariseos con Jesús porque sana en sábado. La ley no lo permite: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27). El planteamiento de Jesús es bien distinto, si alguien está echado, habrá que levantarlo.
De los aspectos que siguen despertando la atención en el texto es el tiempo que el enfermo lleva arrastrando esa enfermedad, 38 años. Toda una vida. Jesús se acerca a esa situación de sufrimiento y rápidamente le lanza una pregunta: ¿Quieres quedar sano? Algo que tiene a la persona echada, postrada, anulada. Acto seguido la invitación: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». Levantarse de una situación que lo tenía anulado como persona. Así es el proceso del camino en la fe, necesita de mediadores que nos inicien en el proceso: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina». Lo que le ocurre a san Pablo camino de Damasco: «Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco» (Hch 9,8). Lo llevaron de la mano hasta Ananias, que lo instruyó en la fe, hasta que se hizo instrumento del amor de Dios.
Me parece que el texto hace ese guiño a la fe. El que ha sido sanado, al principio, no es capaz de dar una descripción concreta de quien es Jesús. Algo que es realmente sorprendente si te ha cambiado por completo la vida con tan solo una palabra: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». ¿No eres capaz de preguntar quién es? ¿Agradecer? ¿Enloquecer? No sabe quien es Jesús. No puede dar todavía una respuesta. Hasta que más adelante el texto presenta otra escena. En el Templo, lugar de la presencia de Dios. Vuelve a encontrarse con Jesús.
Jesús ahora lo invita a que viva concorde a los mandamientos de la ley del Señor, para de este modo, no pecar. Conoce bien quién es Dios en tu vida. No es guardar una serie de preceptos y cumplirlos a raja tabla. Los fariseos persiguen a Jesús, por esa forma de relacionarse con Dios: «Abba», Padre que muestra un rostro concreto de cercanía, compasión, en esta tierra, con los que la ley se encarga de alejar, etiquetar, apartar, a todos aquellos que se agolpan en las «piscinas» a las afueras demandando un poco de ternura. Dios muestra su rosto de compasión a los que lo buscan con humilde corazón. Así, poco a poco, este que llevaba toda una vida enfermo, comienza a sanar, a iniciarse en la fe, a crecer y madurar espiritualmente, para poder dar una respuesta a los fariseos. Jesús de Nazaret, es quien me ha cogido de la mano y ha sanado mi vida. Tienes que experimentarlo en tú vida con plena convicción y así lo podrás gritar abiertamente.