20/3/24

EVANGELIO JUEVES 21-04-2024 SAN JUAN 8, 51-59 V SEMANA DE CUARESMA

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».

Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».

Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».

Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».

Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».

Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

                                                   Es palabra del Señor

REFLEXION

Abramos los ojos y el entendimiento para poder aceptar las palabras de Jesús. Ciertamente dice cosas difíciles para ser aceptadas por el común del pueblo judío, y más aún por los conocedores “técnicos” y profesionales de la Ley. Aún nosotros, que sabemos su resurrección, a veces tenemos dudas.

Tengo un amigo con el que hay siempre pelea, dialéctica claro, cada vez que se plantea el tema de la resurrección y me temo que el problema está en una mala interpretación de lo que es “resucitar”. Esperamos una resurrección “de vecino”, esto es: un día volveremos a ver a nuestro vecino difunto asomado a la ventana y saludándonos con toda cordialidad. ¡Hola, he resucitado! Viene esto, tal vez, dado por esa definición que dice que resucitaremos con el mismo cuerpo y la misma alma que tuvimos cuando éramos vivos y andábamos por el mundo. No nos convencemos, y la predicación no ayuda mucho, de que una vez que hemos muerto, dejamos de estar sujetos al tiempo, y entramos en esa eternidad de Dios que no tiene principio y no tendrá fin; que no seremos los mismos, que no tendremos el mismo cuerpo, que se quedará a este lado de la puerta. Dios vive en un eterno “ahora” y cuando nosotros entremos en la eternidad, una vez que traspasemos la puerta final e inicial, estaremos ya en el tiempo sin tiempo de Dios. Entonces veremos a Dios cara a cara y sabremos cual es nuestra verdadera forma, porque aún no se ha manifestado como seremos.

Cuando Jesús resucita y se deja ver por María Magdalena, ésta, a pesar de estar profundamente enamorada de él, no lo reconoce y lo confunde con el hortelano porque la entidad resucitada, puede que no tenga ningún parecido con nuestra identidad viva. Cierto seguiremos siendo nosotros, pero no sabemos cómo será nuestra forma.

D. Félix García O.P.
Fraternidad de Laicos Dominicos de Viveiro (Lugo)