En el evangelio de hoy sigue la reflexión sobre el capítulo 8 de Juan, donde el evangelista nos relata la enseñanza de Jesús a los judíos que habían creído en Él, invitándolos a permanecer fieles a su palabra. Solo la permanencia en la palabra de Jesús lleva al verdadero discipulado. El creyente ha de dejarse conducir por su palabra, que es palabra de Dios, y que comunica la verdad, porque da a conocer las cosas como son a los ojos de Dios. Para ser libres de verdad hay que ser fiel a su Palabra, porque Él es la verdad. La verdad libera y la mentira esclaviza.
¿Qué quiere decir ser hijo de Abrahán? Jesús insiste haciendo una distinción entre hijo y esclavo. Jesús es el hijo y vive en la casa del Padre. El esclavo no vive en la casa del Padre. Vivir fuera de la casa, fuera de Dios quiere decir vivir en el pecado. Si aceptaran la palabra de Jesús podrían llegar a ser hijos y alcanzar la libertad. No serían esclavos. Jesús les niega el derecho a decir que son hijos de Abrahán, porque sus obras afirman lo contrario.
Quien presume de ser hijo de Abrahán debe hacer sus obras y ver a Dios en las cosas cotidianas. Los judíos ven los milagros de Jesús y su estilo de vida, pero no les interesa el cambio. Los que le escuchaban estaban tan aferrados a sus seguridades exteriores, orgullosos de ser hijos de Abrahán, que no reconocían la necesidad de un cambio de vida.