En este domingo, último de agosto, finalizamos la lectura del capítulo 6 del Evangelio según san Juan. Jesús aprovechó el milagro de la multiplicación de los panes y los peces para dar de comer a una multitud de personas que lo seguían, y expuso el contenido del misterio eucarístico. Aclaró que él era el verdadero pan bajado del cielo para dar vida a la humanidad, necesitada de redención. En la Última Cena dará a comer su cuerpo sacramentado como pan de vida y a beber su sangre que se derramará en la cruz como bebida de salvación. La Eucaristía es fuente de vida eterna.
En el día de hoy se comprueba lo duro que resultó el mensaje del Señor, al que estaban dispuestos a levantar a lo más alto. Sin embrago, su predicación desilusionó a la multitud que lo buscaba por tierra y mar y hasta muchos de los que se consideraban sus discípulos se echaron atrás. En tales circunstancias, formuló a los Apóstoles una pregunta que, en algunos grupos religiosos, se pedía que se formulara en momentos de alguna salida: «¿También vosotros os queréis marchar?». Nada obsta para que también nos interroguemos en algún momento.
La respuesta de Pedro, adelantándose a los demás, fue bien tajante: «Señor, ¿a dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».