El evangelio de hoy es una invitación de Jesús –una de las muchas que aparecen en los evangelios- a la vigilancia. En esta ocasión habla de la llegada del Reino, y el contexto es el de una celebración de bodas, es decir, fiesta y alegría. Y en ese clima festivo la presencia de diez jóvenes que salen a esperar al esposo, y que sin duda pensaban participar de la gran fiesta. Sin embargo no acuden en las mismas condiciones a esa espera. Unas tuvieron en cuenta todo lo que podía ser necesario para asegurarse de que, cuando el novio llegara, ellas estarían preparadas para entrar con él al banquete. Las otras parece que no pensaron en ello. El novio se retrasa y unas y otras se duermen. Cuando por fin llega el novio surge el problema… Sin entrar en disquisiciones sobre lo que puede significar el aceite, lo que si podemos deducir, tal vez, es que no todas tenían el mismo grado de interés en ese encuentro con el “novio”. Y el interés no se puede prestar ni compartir. La llamada de Jesús a estar vigilantes nos da las claves para poder comprender y llevar a la vida este texto. Es cierto que se puede vigilar por motivos muy diversos, entre ellos la prudencia o el miedo… pero el contexto de la parábola no nos permite suponer esas motivaciones. Se trata de la llegada del Reino, de nuevo escenificado en un banquete al que estamos invitados. Esperar vigilantes la llegada del “novio”, del Señor, significa vivir desde el deseo y la esperanza de encontrarse con Él, de descubrir en la relación con Él el sentido de nuestra vida. Ojalá esa llamada a la vigilancia nos despierte y nos ayude a caminar paso a paso, cada día de nuestra vida, en el seguimiento del Señor Jesús. |