En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo:
«El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día».
Ellos se pusieron muy tristes.
Es palabra del Señor
REFLEXION
En el texto Jesús se refiere a sí como “Hijo del hombre”, expresión que encontramos en la continuación del texto de Ezequiel. Es lógica la reacción de los discípulos, “se pusieron muy tristes”. No podía ser menos; el mismo Jesús se llenó de tristeza en Getsemaní cuando sintió la inmediatez de su pasión y muerte: “triste hasta la muerte”.
Mas el texto pasa a otro asunto distinto. Mateo por ser cobrador de impuestos aborda ese tema concreto: ¿hay que pagar o no los impuestos al poder político, opresor del pueblo de Israel? La respuesta a esa pregunta era comprometida. Decir, sin más, sí, era aceptar la dominación romana. Decir no, era enfrentarse a ese poder político.
Jesús viene a decir que no tiene por qué pagar impuestos; ahora bien, no pagarlos generaría una invitación a la rebelión contra ese poder. Y Jesús en su vida obvió el enfrentamiento contra el poder político. No era esa su misión. El relato de cómo se hizo con la dracma, es una parábola, que expresa que ni él ni Pedro pagan de lo suyo.
La conducta humana ha de estar regida por la prudencia. Actuar con prudencia exige contar con la repercusión del modo de obrar en los demás. San Pablo, a pesar de insistir en que la opción por Cristo no exigía acomodarse en las comidas a prescripciones judías, en concreto a las que declaraban impuros algunos alimentos, se ajustaba a ellas para “no escandalizar a los sencillos”. “Guardaos de que la libertad que vosotros usáis sea ocasión de caída -escándalo- para los débiles” (ICor 8,9; Rom 14,13-15.20). Es lo que hace Jesús. Jesús piensa en los demás cuando actúa: su vida está en función de los demás.
A la luz de este episodio, bien está que nos preguntemos: ¿qué prefiero?: ¿verme por encima de los demás y de las leyes vigentes, o servir al otro, ¿hacerle el bien?