Fue uno de los siete diáconos regionarios de Roma encargado de administrar los bienes de la Iglesia y el cuidado de los pobres. Fue martirizado durante la persecución de Valeriano, muriendo en el fuego el 10 de agosto del 258
Sobre este famoso santo podríamos distinguir tres núcleos de datos en lo referente a su memoria: el núcleo de datos que con seguridad podemos dar por históricos, el núcleo de datos aportados por una leyenda existente ya a finales del siglo IV, y el núcleo de datos que, a partir de que la señalada leyenda hace al santo español, se ha formado en España.
Lorenzo, mártir romano
En primer lugar hay que decir que hay al parecer suficiente constancia de que Lorenzo es un mártir de Roma, sacrificado en esta ciudad el día 10 de agosto del año 258, en mitad de la persecución decretada por el emperador Valeriano. La orden del emperador era contra los dirigentes cristianos: se trataba de liquidar a los obispos, presbíteros y diáconos, y contra ellos y no contra la masa de fieles se dirigía el edicto imperial. Uno de esos dirigentes debía ser, pues, Lorenzo, si fue ejecutado a causa del mandato de Valeriano. El primer documento que refleja su martirio, que es el conocido como Depositio Martyrum, de mediados del siglo IV, consigna que Lorenzo es mártir y que está enterrado en la vía Tiburtina, dando como fecha del martirio el 10 de agosto. El Martirologio Jeronimiano ya precisa que se trata del archidiácono o primer diácono de la Iglesia de Roma, y lo mismo precisa el Peristephanora del español Prudencio. Había siete diáconos que asistían al papa en sus funciones pontificales, y el primero de ellos tenía una especial preeminencia. Ese puesto lo ocupaba Lorenzo.
Por la fecha del martirio sabemos bien de qué papa fue archidiácono Lorenzo: de San Sixto II, del que consta que el día 6 de agosto, cuatro días antes que Lorenzo, en las propias catacumbas fue sacrificado junto con cuatro diáconos.
¿Cómo murió? Una tradición, que tiene una gran trascendencia en el arte cristiano, afirma que murió quemado en una parrilla, instrumento que ha venido a ser el distintivo del santo. Los críticos no han dejado de notar que en aquella persecución, lo que se buscaba era directamente la eliminación de los dirigentes, y por ello, a los que, una vez detenidos, se negaban a sacrificar a los dioses, no se les atormentaba para conseguir su apostasía, sino que se les decapitaba de forma inmediata. Así sucedió el 6 de agosto con el papa Sixto y los cuatro diáconos y así sucedería al mes siguiente en Cartago con San Cipriano. Lo probable es, pues, que Lorenzo fuera sacrificado por decapitación y no quemado a fuego lento sobre una parrilla. Por esto no ha dejado de preguntar alguno que, en caso de que Lorenzo hubiera sido ciertamente atormentado, si no habría que situar más bien el martirio de Lorenzo en la persecución de Decio o en la de Diocleciano, donde ciertamente se torturaba a los mártires para obtener su apostasía.
Es un dato histórico incuestionable que Lorenzo se convirtió muy pronto en el gran mártir de Roma y que su fama pasó por encima de la de su papa y demás compañeros diáconos, sacrificados en la misma persecución. Su fama se extendió por la cristiandad, de modo que, desde finales del siglo IV en adelante, su memoria es celebrada por grandes santos de Occidente: San Ambrosio, San Agustín, San Máximo de Turín, San Pedro Crisólogo, San León Magno...
Entre la Tradición y la Leyenda
San Lorenzo fue enterrado en la vía Tiburtina en un cementerio que quizás se llamó de Ciriaca, pero que luego tomó el nombre del santo. Allí Constantino erigió una basílica, y posteriormente el papa Pelagio II le dedicó otra. Se la conoce con el nombre de San Lorenzo Extramuros.
El segundo núcleo es una tradición, en la que hay al menos algunos elementos legendarios, que existía ya a finales del siglo IV y se refleja en las homilías de los santos citados, pero que se debió basar en una tradición oral, no escrita, pues parece que nunca hubo unas actas de este mártir.
En esta tradición se contempla la existencia de tormentos al mártir, que según el llamado Carmen Damasiano, no fueron solamente el fuego. Y sobre todo entra la afirmación de que a Lorenzo se le pide que entregue los tesoros de la Iglesia.
La tradición sobre el martirio de San Lorenzo está recogida en el documento llamado Passio SS. Xysti, Lcturentii et Yppolití (siglo IV) y en el documento llamado Passio Polycronii, del que se conservan varias recensiones antiguas (siglos V al VII).
Para entonces, la Iglesia de Roma era poseedora de varios cementerios que eran ciertamente amplios y administraba las generosas limosnas de sus fieles, limosnas que han sido comparadas con una caja social. Los cementerios propiedad de la Iglesia estaban protegidos por la ley romana que declaraba sagrados los lugares destinados al entierro de los muertos y no podía ser ignorado por las autoridades romanas que los cristianos se protegían detrás de esta ley. Tampoco ignoraba la autoridad romana que la Iglesia recibía las generosas limosnas de sus fieles y que éstas se administraban al modo de una caja de socorros mutuos, pues con esos fondos se costeaban muchas ayudas a los pobres, de manera que los cristianos sin fortuna tenían en la propia Iglesia un alto protector. La Iglesia en la primera mitad del siglo III no había hecho más que crecer y ya para entonces contaba en la capital del Imperio con muchos miles de fieles. Bien organizada y bien dirigida la Iglesia, no estaba falto de lógica el querer ante todo privarla de sus cabezas dirigentes para que en la orfandad se viniera abajo la fe de los fieles, No era desconocido que el primer diácono era el administrador económico de la comunidad y que por ello deberían parar en su mano los dineros de la Iglesia. La voz popular por otro lado había inventado numerosos bulos referentes a los cristianos, a sus reuniones, a sus tesoros, etc., y la propia autoridad no dejaba seguramente de creerse también, a fuerza de repetidos, estos bulos.
Según la tradición, cuando Sixto, el papa, era llevado al sacrificio, Lorenzo le dice que adónde va sin su diácono, que cómo iba a ofrecer este sacrificio de sí mismo sin que su diácono estuviera a su lado, como siempre que oficiaba la liturgia. Pero el papa le señala que debe quedar al cuidado de la Iglesia hasta que Dios lo llame. Y lo invita a distribuir a los pobres los tesoros que habían sido puestos a su cuidado.
Los soldados que conducían a Sixto oyen hablar al papa de tesoros de la Iglesia y dan cuenta de ello a su superioridad. Entonces el prefecto Cornelio Secular manda que sea detenido Lorenzo y llevado a su presencia y le intima a entregarle todos los tesoros de la Iglesia. Lorenzo mansamente le responde que así lo hará y que le mostrará esos tesoros. Se le dan tres días para hacerlo.
Aquella noche el santo Lorenzo, siguiendo las instrucciones del papa, había distribuido entre los pobres todos los fondos que conservaba como administrador económico de la comunidad cristiana de Roma. Es sabido que por entonces la Iglesia de Roma mantenía mil quinientos pobres y viudas necesitadas.
Llegado el momento, Lorenzo mostró al prefecto todos los pobres mantenidos por la Iglesia a los que había hecho juntar en un sitio. Ellos eran el tesoro de la Iglesia.
El prefecto monta en cólera y decide que el diácono pague con la muerte la que entendía burla, pero que como la muerte no era suficiente, había que llenarla de dolor y para ello manda que se haga una viva candela y sobre sus ardientes carbones se tienda una parrilla, sobre la cual colocar el cuerpo desnudo del mártir. Lorenzo, que según la tradición, ya había padecido antes otros tormentos con gran serenidad, abordó este último y terrible de ser asadas sus carnes con gran fortaleza de ánimo, y cuando ya sus espaldas estaban quemadas por el fuego, le dijo al prefecto que ya estaba tostado por aquella parte, que podía volverlo de la otra.
Lorenzo murió en aquel tormento y glorificó al Señor con su muerte como lo venía glorificando en vida.
El martirio lo recoge en su Peristephanon el español Prudencio, añadiéndole consideraciones poéticas.
La leyenda española
El tercer núcleo de noticias que rodea la memoria de San Lorenzo es el que lo hace español, originario de Aragón concretamente y de Huesca en particular, aunque se le suponga criado en Roma. Más aún, se le asignan los Santos Orencio y Paciencia como padres, a quienes por cierto honra con memoria litúrgica la ciudad de Huesca, pero Baronio no dice que sean padres de Lorenzo. Y Prudencio no hace mención de su supuesto origen español.
En España son muchas las ciudades que tienen iglesias dedicadas a San Lorenzo, y por supuesto la noble ciudad de Huesca lo declaró oportunamente su patrón principal y celebra su fiesta con el rango litúrgico de solemnidad. Pero la fama de San Lorenzo partió de Roma a otros sitios de Occidente, cuyos obispos, santos padres, exaltaron en sus homilías la figura del mártir. Esto nos asegura que Lorenzo con su martirio dejó una perdurable estela en la Ciudad Eterna y que su testimonio fue una invitación eficaz a la fidelidad y a la perseverancia en la fe de Cristo. Quemado y decapitado, su sacrificio impactó a los fieles y les dejó la seguridad de que nada vale más que Cristo mismo y la adhesión a él.
Dijo de él San Máximo de Turín: «El mundo entero y en todas partes celebra hoy con unánime devoción el triunfo del bienaventurado Lorenzo, y Roma misma llena de alegría admira su fe inquebrantable, pues el mártir, encendido en los rayos del Sol eterno, sostuvo y venció un fuego de este mundo» (Homilía LXXV).
José Luis Repetto Retes